“Están todos medio
locos”
Cuando a fines de Noviembre Soledad me preguntó que
regalo, quería que Denise y ella me hicieran para mi cumpleaños
número 60, no dudé. Una carpa bien liviana para la bici, le dije y
hasta sugerí marca probable y puntos de venta. Ante tamaña
generosidad, lo menos que podía hacer era por un lado facilitar las
cosas y por otro asegurarme de recibir exactamente lo que quería.
A
poco de comunicarle mi decisión sobre el regalo deseado, recibí un
mail en el cual me decía “aprovechá, pedí, pedí” fue entonces
que decidí agregar una alforja monovolumen a mi pedido inicial. Casi
desfallezco de emoción, ante un nuevo mail en el cual “Coco”
apodo de mi hija Soledad inspirado en el dientudo reptil y cuyo origen,
dejo librado a la imaginación del lector, me sugirió agregar algo
más al listado. Un par de medias de trekking le dije, .... no era
cuestión de exagerar.
Sabiendo, que contaba con el equipo
necesario para una travesía en bici y saliéndome de la vaina por
estrenarlo, Jáuregui pintaba como la salida ideal de diciembre. Una
excelente combinación de cena de camaradería, encuentro de amigos y
brindis de fin de año. Una mini estadía en el club de remo “El
Timón” con la posibilidad de la hacer pileta era algo difícil de
resistir, así que allá fuimos.
Desde hace algo más de un
año ronda por mi cabeza la idea de una travesía en bici y si bien
un viaje a Jáuregui no es precisamente una travesía, pintaba como
una buena oportunidad para probar como se comportaba la bici con las
alforjas y como me comportaría yo ante una carpa enrollada esperando
ser armada. Ambas pruebas fueron superadas, pero tenía algunas dudas
que tendría que aclarar con alguien más experimentado en estas
lides.
A medida que se acercaba el momento de la partida
estaba más nervioso. El sábado me desperté a las 02.30 de la
madrugada, contesté un mail de Sole quien sorprendida me respondió
que hacia despierto a esa hora. En realidad yo no sabía que hacia
despierto pero lo cierto que luego de dar interminables vueltas en la
cama a las cinco de la mañana decidí poner fin a la historia, y me
levanté para preparar todo lo necesario para salir .... ¡¡¡tres
horas después!!!!
Pensando tener todo listo, arranco para el
punto donde encontraría a Alejandra para guiarla a la estación Caballito. Al llegar la veo parada cerca de la comisaría. Como
siempre, ésta vez también me olvidé algo y por la importancia de
ese algo no tuve otra alternativa que hacer una paradita en casa
camino a la estación. Al llegar allí, le pregunto a Sendero como se
las arregla para cargar todo lo necesario para cruzar Los Andes en
sus alforjas si las mías están que explotan cargando solo lo
indispensable para una noche en Jáuregui: Me contesta, señalando
las suyas. No sé. Las mías también están llenas. Tendré que
experimentar pensé.....
Al rato llega la camioneta con Adrián, Diana, Sugus y Emilio, empezamos a cargar los bártulos y en eso
estábamos cuando llama Horacio avisando que Luis M quien formaba
parte del grupo de intrépidos que optó pedalear todo el trayecto
evitando el tren, había sufrido una caída. Consecuencia: unos
molestos raspones, prácticamente inevitables para quien pretenda
andar en dos ruedas, así que pudo seguir con el grupo y algo
magullado compartir el fin de semana con nosotros.
Los que
fuimos en tren, al arribar a Moreno, nos dirigimos a la Petrobras
cercana, donde nos esperaba el grupo que había decidido hacer todo
el trayecto pedaleando. Nos aplicamos protector solar, tomamos algo y
la emprendimos hasta nuestro primer destino General Rodríguez.
En
Rodríguez, paramos en una placita frente a un súper chino donde
pudimos comprar algo para el almuerzo, El mio consistió en una
Heineken helada y un sandwichito de cocido y queso. A eso del
mediodía totalmente pirados tomamos rumbo a Jáuregui bajo un sol
abrasador y sobre polvorientos caminos que en apariencia no se
correspondían con esta lluviosa primavera.
El calor era
tanto que nos obligó a muchas paradas de hidratación. Al cabo de un
rato la mayoría de las provisiones de agua estaban naturales y hasta
tibias. Luis pedaleaba sin denotar problemas mientras que Yuri acusó
un dolor en la rodilla que le dificultaba un tanto la marcha. El
origen no se debía a una mala posición de pedaleo, tampoco al
excesivo peso de su caja toráxica con relación a sus piernas, ni
siquiera a agotamiento físico, sino a que durante la semana tuvo un
“choque” con un taxi...
Faltando unos 10 ó 12 Km. para
nuestro destino y ante un cruce de caminos hubo una diferencia de
opinión entre Horacio y Sendero sobre que ruta seguir. Horacio apeló a su GPS (guía en papel satinado) y Sendero a su (mala) memoria.
Finalmente seguimos la ruta sugerida por Sergio y a los pocos Km.
encontramos en medio del camino una especie de pantano que
interrumpía el paso por más o menos 300 metros, sin duda nos había
tendido una emboscada.
Cuando ya los ánimos de muchos estaban
alterados más que por el cansancio por la insoportable canícula,
avizoramos un puente que tras ser cruzado nos depositaria en
Jáuregui, un pueblito encantador con un ancho bulevar repleto de
palmeras que prácticamente nos condujo a nuestro destino final en el
club náutico El Timón.
Al ingresar al club los “nuevos”
nos sorprendimos de la prolijidad de las instalaciones y luego del
obligado paso por las duchas, nos dedicamos a invertir el tiempo en
la contemplación de la naturaleza, tomar unos mates a orillas del
río y beber una que otra cervecita hasta el anochecer.
En un
momento dado un socio del club, cuya profesión como hincha de
Chacarita que soy, valoro como las que más, invitó a dos de
nuestras chicas a dar una vuelta por el río. Tras una
ausencia suficientemente larga como para preocupar a más de uno, el
trío de remeros retornó al muelle sin novedad.
A esa altura
Horacio estaba a punto de encender el fuego para el asado de la
noche. Al verlo actuar ante la parrilla nos invadió la duda. ¿Será
tan buen asador como ciclista? No hubo coincidencia absoluta, pero el
asado estaba de puta madre.
Luego del brindis hubo un conato
de baile, al son de la música que propalaba Emilio con su equipo
profesional. Pero como pan con pan comida de zonzo y había
mucho pan el tema no pasó a mayores. A eso de las 0,30 enfilé
enfilé disimuladamente para la carpa a disfrutar de la brisa
nocturna. Casi dos horas después comenzó a llover y al ratito nomás
llegaron los vecinos, Luis, Alejandra y Lucas. Ella preguntó en voz
alta, si yo estaría despierto, y por supuesto me quejé de la gente
inescrupulosa que no respeta el descanso de los mayores. .... espero
haber roncado lo suficiente.............
A la mañana
siguiente, cerca de las 9.30 la mayoría estábamos desayunando a
pesar que continuaba lloviendo. Un grupo tenía pensado salir a dar
una vueltita en bici a eso de las 10 de la matina. Yo no estaba muy
convencido de hacerlo ya que la dureza del piso había hecho mella en
mi cuerpo que estaba un tanto dolorido. Finalmente ante la promesa de
Sendero de solo transitar caminos asfaltados me uní al grupo sin
demasiado entusiasmo.
A poco de andar empezó a llover, y
nuestras bicis se fueron lavando solas. Cuando estaban casi
relucientes, tuvimos que enfrentar un pequeño sendero de tierra que
el guía homónimo eligió por dos razones estaba en “buenas
condiciones” y era corto. Fueron 850 metros de barro intransitable
y hediondos chiqueros que nos separaban de una nueva cinta asfáltica.
Antes de salir con el grupo, Capilla me había advertido que esto iba
a pasar y ..... pasó.
De nuevo en la Ruta, las bicis lucían
otra vez tapadas de barro y parecía que no iba a llover más,
llegamos a Carlos Keen dimos una vuelta y paramos en la vieja
estación, visitamos el centro de interpretación, pasamos por la
iglesia, una escuela del siglo XIX y de vuelta a la ruta rumbo a
Jáuregui, otra vez bajo una lluvia importante,
Senderito
prometió esquivar el difícil tramo ya comentado y lo hizo. Nos
llevó por uno más largo barroso y resbaloso pero firme abajo lo que
terminó siendo una aventura inolvidable, … al menos para mi. Fue
la experiencia lúdica más intensa que recuerdo desde aquel día de
la primavera del 66, cuando en medio de una lluvia torrencial
acampamos con un grupo de compañeros del colegio en la parada del 86
frente a las piletas olímpicas de Ezeiza y nos pasamos el día
resbalando en el barro. Ojo que en mi vida hice muchas cosas y muchas
muy divertidas, pero estoy hablando de JUGAR!!.
A esta altura
Luquitas, cubierto de barro hasta los tuétanos, ya se había formado
un acabado concepto del grupo “están todos medios locos” le dijo
a Alejandra cuando le comentó que pensaba que iba a aburrirse
bastante en medio de tanta gente mayor. Creo que va a ser difícil no
verlo de vuelta por el grupo, bienvenido!!!!
De regreso al
club, devoramos el famoso plato no gourmet denominado “torres de
chenoa” compuesto en la ocasión por chorizos y vacío fríos
(deliciosos). Lavamos las bicis, algunos desarmamos carpas, todos
ordenamos los petates y pedaleamos prolijitos hacia Luján hasta
donde nos acompañó de onda Germán, quien se hizo cargo del
traslado de Yuri.
Durante el viaje Luis M me señala una
suerte de estatua de un soldado de la Legión Extranjera y le comento
“supongo que debe ser lo que quedó de una propaganda de unas
hojitas de afeitar cuya marca era el nombre precisamente el nombre de
ese cuerpo militar francés y cuyo slogan rezaba hojas de afeitar
Legión Extranjera, duran la vida entera”.
Llegando a
Liniers, nos bajamos y caminamos hasta la YPF de Cuzco y Juan B Justo
donde bajamos las bicis y el equipo del trailer y tras los saludos
cada uno a su casa. Muchos fuimos por Juan B Justo hasta Corrientes.
Como Héctor había predicho, a las 9 estaba llegando a casa. Llamo
por el portero a Gabriel para que me ayude con la alforja y en ese
mismo momento llegaron las pizzas, Selma bajó a buscarlas así que
justo a tiempo para comer. El viernes a la noche, por un momento
pensé que la lluvia iba a empañar el finde. ¡Como me equivoqué!
Qué divertido!!!! cuando volvamos de las vacas me quiero sumar a alguna salida con todos esos medios locos!!!!! y embarrarme!
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