sábado, 22 de diciembre de 2012

EN JÁUREGUI


“Están todos medio locos”



Cuando a fines de Noviembre Soledad me preguntó que regalo, quería que Denise y ella me hicieran para mi cumpleaños número 60, no dudé. Una carpa bien liviana para la bici, le dije y hasta sugerí marca probable y puntos de venta. Ante tamaña generosidad, lo menos que podía hacer era por un lado facilitar las cosas y por otro asegurarme de recibir exactamente lo que quería.

A poco de comunicarle mi decisión sobre el regalo deseado, recibí un mail en el cual me decía “aprovechá, pedí, pedí” fue entonces que decidí agregar una alforja monovolumen a mi pedido inicial. Casi desfallezco de emoción, ante un nuevo mail en el cual “Coco” apodo de mi hija Soledad inspirado en el dientudo reptil y cuyo origen, dejo librado a la imaginación del lector, me sugirió agregar algo más al listado. Un par de medias de trekking le dije, .... no era cuestión de exagerar.

Sabiendo, que contaba con el equipo necesario para una travesía en bici y saliéndome de la vaina por estrenarlo, Jáuregui pintaba como la salida ideal de diciembre. Una excelente combinación de cena de camaradería, encuentro de amigos y brindis de fin de año. Una mini estadía en el club de remo “El Timón” con la posibilidad de la hacer pileta era algo difícil de resistir, así que allá fuimos.

Desde hace algo más de un año ronda por mi cabeza la idea de una travesía en bici y si bien un viaje a Jáuregui no es precisamente una travesía, pintaba como una buena oportunidad para probar como se comportaba la bici con las alforjas y como me comportaría yo ante una carpa enrollada esperando ser armada. Ambas pruebas fueron superadas, pero tenía algunas dudas que tendría que aclarar con alguien más experimentado en estas lides.

A medida que se acercaba el momento de la partida estaba más nervioso. El sábado me desperté a las 02.30 de la madrugada, contesté un mail de Sole quien sorprendida me respondió que hacia despierto a esa hora. En realidad yo no sabía que hacia despierto pero lo cierto que luego de dar interminables vueltas en la cama a las cinco de la mañana decidí poner fin a la historia, y me levanté para preparar todo lo necesario para salir .... ¡¡¡tres horas después!!!!

Pensando tener todo listo, arranco para el punto donde encontraría a Alejandra para guiarla a la estación Caballito. Al llegar la veo parada cerca de la comisaría. Como siempre, ésta vez también me olvidé algo y por la importancia de ese algo no tuve otra alternativa que hacer una paradita en casa camino a la estación. Al llegar allí, le pregunto a Sendero como se las arregla para cargar todo lo necesario para cruzar Los Andes en sus alforjas si las mías están que explotan cargando solo lo indispensable para una noche en Jáuregui: Me contesta, señalando las suyas. No sé. Las mías también están llenas. Tendré que experimentar pensé.....

Al rato llega la camioneta con Adrián, Diana, Sugus y Emilio, empezamos a cargar los bártulos y en eso estábamos cuando llama Horacio avisando que Luis M quien formaba parte del grupo de intrépidos que optó pedalear todo el trayecto evitando el tren, había sufrido una caída. Consecuencia: unos molestos raspones, prácticamente inevitables para quien pretenda andar en dos ruedas, así que pudo seguir con el grupo y algo magullado compartir el fin de semana con nosotros.

Los que fuimos en tren, al arribar a Moreno, nos dirigimos a la Petrobras cercana, donde nos esperaba el grupo que había decidido hacer todo el trayecto pedaleando. Nos aplicamos protector solar, tomamos algo y la emprendimos hasta nuestro primer destino General Rodríguez.

En Rodríguez, paramos en una placita frente a un súper chino donde pudimos comprar algo para el almuerzo, El mio consistió en una Heineken helada y un sandwichito de cocido y queso. A eso del mediodía totalmente pirados tomamos rumbo a Jáuregui bajo un sol abrasador y sobre polvorientos caminos que en apariencia no se correspondían con esta lluviosa primavera.

El calor era tanto que nos obligó a muchas paradas de hidratación. Al cabo de un rato la mayoría de las provisiones de agua estaban naturales y hasta tibias. Luis pedaleaba sin denotar problemas mientras que Yuri acusó un dolor en la rodilla que le dificultaba un tanto la marcha. El origen no se debía a una mala posición de pedaleo, tampoco al excesivo peso de su caja toráxica con relación a sus piernas, ni siquiera a agotamiento físico, sino a que durante la semana tuvo un “choque” con un taxi...

Faltando unos 10 ó 12 Km. para nuestro destino y ante un cruce de caminos hubo una diferencia de opinión entre Horacio y Sendero sobre que ruta seguir. Horacio apeló a su GPS (guía en papel satinado) y Sendero a su (mala) memoria. Finalmente seguimos la ruta sugerida por Sergio y a los pocos Km. encontramos en medio del camino una especie de pantano que interrumpía el paso por más o menos 300 metros, sin duda nos había tendido una emboscada.

Cuando ya los ánimos de muchos estaban alterados más que por el cansancio por la insoportable canícula, avizoramos un puente que tras ser cruzado nos depositaria en Jáuregui, un pueblito encantador con un ancho bulevar repleto de palmeras que prácticamente nos condujo a nuestro destino final en el club náutico El Timón.

Al ingresar al club los “nuevos” nos sorprendimos de la prolijidad de las instalaciones y luego del obligado paso por las duchas, nos dedicamos a invertir el tiempo en la contemplación de la naturaleza, tomar unos mates a orillas del río y beber una que otra cervecita hasta el anochecer.

En un momento dado un socio del club, cuya profesión como hincha de Chacarita que soy, valoro como las que más, invitó a dos de nuestras chicas a dar una vuelta por el río. Tras una ausencia suficientemente larga como para preocupar a más de uno, el trío de remeros retornó al muelle sin novedad.

A esa altura Horacio estaba a punto de encender el fuego para el asado de la noche. Al verlo actuar ante la parrilla nos invadió la duda. ¿Será tan buen asador como ciclista? No hubo coincidencia absoluta, pero el asado estaba de puta madre.

Luego del brindis hubo un conato de baile, al son de la música que propalaba Emilio con su equipo profesional. Pero como pan con pan comida de zonzo y había mucho pan el tema no pasó a mayores. A eso de las 0,30 enfilé enfilé disimuladamente para la carpa a disfrutar de la brisa nocturna. Casi dos horas después comenzó a llover y al ratito nomás llegaron los vecinos, Luis, Alejandra y Lucas. Ella preguntó en voz alta, si yo estaría despierto, y por supuesto me quejé de la gente inescrupulosa que no respeta el descanso de los mayores. .... espero haber roncado lo suficiente.............

A la mañana siguiente, cerca de las 9.30 la mayoría estábamos desayunando a pesar que continuaba lloviendo. Un grupo tenía pensado salir a dar una vueltita en bici a eso de las 10 de la matina. Yo no estaba muy convencido de hacerlo ya que la dureza del piso había hecho mella en mi cuerpo que estaba un tanto dolorido. Finalmente ante la promesa de Sendero de solo transitar caminos asfaltados me uní al grupo sin demasiado entusiasmo.

A poco de andar empezó a llover, y nuestras bicis se fueron lavando solas. Cuando estaban casi relucientes, tuvimos que enfrentar un pequeño sendero de tierra que el guía homónimo eligió por dos razones estaba en “buenas condiciones” y era corto. Fueron 850 metros de barro intransitable y hediondos chiqueros que nos separaban de una nueva cinta asfáltica. Antes de salir con el grupo, Capilla me había advertido que esto iba a pasar y ..... pasó.

De nuevo en la Ruta, las bicis lucían otra vez tapadas de barro y parecía que no iba a llover más, llegamos a Carlos Keen dimos una vuelta y paramos en la vieja estación, visitamos el centro de interpretación, pasamos por la iglesia, una escuela del siglo XIX y de vuelta a la ruta rumbo a Jáuregui, otra vez bajo una lluvia importante,

Senderito prometió esquivar el difícil tramo ya comentado y lo hizo. Nos llevó por uno más largo barroso y resbaloso pero firme abajo lo que terminó siendo una aventura inolvidable, … al menos para mi. Fue la experiencia lúdica más intensa que recuerdo desde aquel día de la primavera del 66, cuando en medio de una lluvia torrencial acampamos con un grupo de compañeros del colegio en la parada del 86 frente a las piletas olímpicas de Ezeiza y nos pasamos el día resbalando en el barro. Ojo que en mi vida hice muchas cosas y muchas muy divertidas, pero estoy hablando de JUGAR!!.

A esta altura Luquitas, cubierto de barro hasta los tuétanos, ya se había formado un acabado concepto del grupo “están todos medios locos” le dijo a Alejandra cuando le comentó que pensaba que iba a aburrirse bastante en medio de tanta gente mayor. Creo que va a ser difícil no verlo de vuelta por el grupo, bienvenido!!!!

De regreso al club, devoramos el famoso plato no gourmet denominado “torres de chenoa” compuesto en la ocasión por chorizos y vacío fríos (deliciosos). Lavamos las bicis, algunos desarmamos carpas, todos ordenamos los petates y pedaleamos prolijitos hacia Luján hasta donde nos acompañó de onda Germán, quien se hizo cargo del traslado de Yuri.

Durante el viaje Luis M me señala una suerte de estatua de un soldado de la Legión Extranjera y le comento “supongo que debe ser lo que quedó de una propaganda de unas hojitas de afeitar cuya marca era el nombre precisamente el nombre de ese cuerpo militar francés y cuyo slogan rezaba hojas de afeitar Legión Extranjera, duran la vida entera”.

Llegando a Liniers, nos bajamos y caminamos hasta la YPF de Cuzco y Juan B Justo donde bajamos las bicis y el equipo del trailer y tras los saludos cada uno a su casa. Muchos fuimos por Juan B Justo hasta Corrientes. Como Héctor había predicho, a las 9 estaba llegando a casa. Llamo por el portero a Gabriel para que me ayude con la alforja y en ese mismo momento llegaron las pizzas, Selma bajó a buscarlas así que justo a tiempo para comer. El viernes a la noche, por un momento pensé que la lluvia iba a empañar el finde. ¡Como me equivoqué!

lunes, 9 de julio de 2012

Ecoextreme Dos

Desde que apareció el calendario de Julio en la página del CAP, había planificado participar de la salida a Quilmes. La vista a aquella localidad del sur del gran Buenos Aires, tenía para mí un interés especial, no por el museo del transporte, ni siquiera por haber sido elegida en el siglo XVII, como el asiento para la reducción que albergaría a los últimos Quilmes. Sino porque allí se asentó, a finales del siglo XIX, la más importante y emblemática fábrica de cerveza del país.

Aquel domingo, me levanté temprano, para llegar a tiempo a Lima e Independencia, pero cuando subí la persiana del balcón para entrar mi bicicleta y darle los últimos aprontes, me vi envuelto en una niebla espesa y pegajosa. No obstante ello, llegué a divisar que el pavimento, tres pisos abajo, estaba totalmente mojado debido a la altísima humedad ambiente. El hecho me sumió en un estado de confusión mayor al habitual y perdí noción del correr del tiempo, luego de varias idas y vueltas, cuando finalmente estaba decidido a ir miro la hora y noto, con desazón, que eran las 9,35: Imposible llegar a tiempo al punto de encuentro así que sin alternativa me quedé en casa con bastante bronca aunque finalmente la pasé muy bien con los chicos y comiendo comida árabe que me encanta.

Ese domingo a última hora, Belu y Yamil se confabularon para hacerme sentir mal comentando lo bien que la habían pasado en la salida, Más tarde, Carla siguió dándome manija, escribiendo cosas como “nos salió a saludar el solcito de Julio!!!!. Así que me quedé rumiando bronca casi toda la semana que, para colmo, no dio mucho para andar en bici por la constante probabilidad de lluvia.

Por fin un viernes radiante, anunciaba un buen fin de semana. Así que ni ahí me iba a perder las Salida a Ecoextreme. Como preludio, el sábado, arranqué a las 9 una pedaleada rápida hasta la Estación Olivos del Tren de la Costa y a las 11,09 ya estaba duchándome en casa. Cuarenta y tres kilómetros y 200 metros en dos horas y piquito no está mal para el trayecto “de casa a Olivos y de Olivos a casa”.

El domingo tomé todos los recaudos para que durante la salida no faltara nada, el sábado a la tarde había comprado cuatro birras x 500 cc y tomé la precaución de poner un gel refrigerante el freezzer para que al momento del almuerzo el frescor de la bebida no dependiera solamente de la temperatura ambiente. El contenido del bolso Halawa para la salida fue el siguiente: 4 latas de cerveza y gel refrigerante, una remera térmica manga larga y un montón de boludeces que no perderé tiempo en enumerar.

A las 8,20 arranqué tranquilo camino a Retiro, por Santa Fe. Este trayecto no habitual tenía por objetivo tratar de encontrar a alguien en el camino, sabiendo que Horacio está por Santa Fe y Callao y adicionalmente ingresar a Retiro bajando desde el Plaza Hotel y pasando velozmente frente al Sheraton para evitar transitar por la vereda de las estaciones hasta el ferrocarril San Martín. Calculé la bajada de modo de llegar a libertador con semáforo verde y en el trayecto hacia la curva a la izquierda al final de la plaza alcancé los 45 Km. Mientras que una automovilista me cagaba a bocinazos cuando tenía todo el ancho de la calle para pasar por donde quisiera. No me inmuté, aunque pude escuchar como me saludaba no muy amablemente cuando finalmente pasa por donde tenía que hacerlo. En fin …. “Yo vivo en una ciudad, donde la prisa del diario trajín, parece un film de Carlitos Chaplin, aunque sin comicidad“

Al llegar a la estación comprobé que la concurrencia, a pesar del frío era muy numerosa , compré unos pañuelos de papel y un lamentable sándwich de pebete ante la incertidumbre de encontrar comida en destino. Ante mi consulta, Juan me cuenta que Horacio no sería de la partida, …. Así que comencé a preocuparme por el destino que le daría al exceso de latas, ya luego de una intensa jornada en los senderos, resultaría inconveniente, volver con sobrepeso.

Al llegar a Pilar nos dirigimos a Ecoextreme y esta vez bajamos por una especie de tobogán de cemento, ubicado a un costado del puente ni bien se cruza el Río Luján. Ya en el parque, “los nuevos” llenaron los formularios de rigor y en unos minutos estábamos pedaleando en el circuito. Los punteros, tomaron por el sendero marcado con flechas celestes, que presenta baja dificultad. Arrancamos la vuelta a buena velocidad en medio de una impresionante arboleda. El sendero de trazado amable, pero interesante estaba muy bien hasta que llegamos al barro. Allí comencé a tomar algunos atajos ya que no estaba intensado en repetir “The Escobar Experience”, así y todo pasé algunos charcos interesantes, mientras fui observador privilegiado de varias caídas.

Encaramos un segundo circuito celeste libre de barro, con suaves subidas y bajadas, la pedaleada transcurría placidamente cuando inesperadamente mi bicicleta se clava y yo la abandono volando por encima de ella unos cuando metros. Ya en el piso la veo pasar por encima mío y la atrapo en el aire. Desconcertado y sin saber si reírme o llorar me reincorporo tratando de encontrar alguna explicación al suceso. Zenderito, único testigo del hecho, atribuyó la responsabilidad de accidente a un inoportuno tocón que asomaba en el medio del camino, liberándome al menos, del dolor de ser el responsable de tan vergonzante caída. Resultado: fuerte contusión de la parrilla intercostal izquierda, y raspón de unos 40 cm. en el muslo interno de pierna derecha y contusiones varias.

Superado el suceso y el sendero fácil, el grupo entero se dirigió a almorzar. Al escuálido sándwich adquirido en Retiro le sumé 2 empanadas de carne, que realmente estaban recomendables, buena masa casera y muy buen relleno. La cerveza estaba helada y la primera lata se esfumó antes de lo esperado. La charla en la mesa se extendió lo suficiente como para aligerar aunque sea en algo mi equipaje de regreso. Al cabo del almuerzo solo quedaba una lata para acarrear en el regreso.

Cuando todo el grupo hubo terminado su almuerzo, la emprendimos por caminos mas escarpados cercanos a “la olla” allí pasé varias subidas y bajadas que no había sorteado en mi primera visita y muchas otras las transité a pie para lograr un reconocimiento profundo del terreno que me sea útil en el futuro.

Finalmente, el sendero nos colocó frente al puente colgante, asignatura pendiente de mi anterior visita. Al observar a los primeros cruzarlo, me juramenté que, ésta vez, lo atravesaría airoso. Mi turno era después de Claudina, quien entusiasta, emprendió la travesía con su nueva Vairo. Cuando parecía que lograría su cometido sin problemas observo que se inclina peligrosamente hacia la derecha y cae del puente en dirección a las aguas del arroyo inferior. Afortunadamente logró asirse de una rama y permaneció cabeza abajo unida a su bici, mientras esperaba el auxilio del grupo cercano, que tardó algo en reaccionar, al no poder creer lo que estaba sucediendo. A pesar del intimidador espectáculo que acababa de presenciar tomé aire y luego de un instante de hesitación atravesé el puente sin inconveniente alguno montando sobre mi bicicleta y no cargándola yo a ella como la última vez.

Envalentonado por el logro acometí algunas bajadas importantes y sus correspondientes subidas con buen suceso. Luego, el camino nos llevó a una bajada no muy pronunciada que terminaba en una curva seguida de una fuerte pendiente ascendente. Observé que varios tuvieron dificultan en la subida por lo que planifiqué cuidadosamente las relaciones de marcha a utilizar. Me deslicé hacia abajo, tomé la curva a buen ritmo y con la relación adecuada la subida se me hacía fácil, con una sonrisa dibujada en los labios por estar a poco metros de un logro, para mi importante, noto que la rueda delantera se levanta peligrosamente como las manos de un caballo salvaje. Resultado caigo de espaldas y ruedo unos metros sin otras consecuencias que algunos raspones en mi pierna derecha.

Luego de eso la mayoría de nosotros, se dirigió a la salida del circuito para descansar un poco, antes de la vuelta a casa. El sol estaba hermoso así que me quedé en mangas cortas por un rato. Al revisar mi bolsito en busca de la remera térmica que tenia previsto usar a la vuelta noto que la última y solitaria lata aún mantenía una temperatura ideal, así que decido reponer mis fluidos con esta última cerveza y de paso lograr el objetivo mas preciado de todo ciclista “aligerar el peso de la bici”

Varios decidieron lavar sus bicis, cosa que no hice y de lo cual me arrepiento profundamente porque intentar el lavado en el balcón no será tarea fácil. Salimos del parque cerca de las 17Hs, pensando que antes de las nueve estaríamos en Buenos Aires, Luego de casi una hora de pedaleo Max nos avisa que Ian y Claudina estaban parados atrás reparando una pinchadura. El grupo se detuvo a esperarlos, pero dado que no llegaban y el tiempo pasaba, una parte del volvió por ellos y otra parte se dirigió a una estación de servicio donde esperaría a los rezagados.

Luego de una espera relativamente larga el grupo llegó a la estación donde estábamos y previo descanso de los recién llegados, seguimos camino por la colectora a esa hora bastante transitada. Solo nos detuvo un ligero desperfecto en los cambios de una bici rápidamente solucionado a eso de las 21,40 estábamos ingresando a capital por Parque Sarmiento, lugar donde el grupo empezó a desmembrase, La mayoría fue para Núñez y Ian, Claudina, Carla y yo nos fuimos por Triunvirato.

Al llegar, me comí una buena porción de Flan casero con dulce de leche, me bañe y me fui a la cama. A los pocos minutos un intenso calambre en los músculos posteriores del muslo, me exigieron una elongación importante y la búsqueda desesperada de un corcho, que debía protegerme de nuevos calambres durante el resto de la noche. Luego de una intensa búsqueda, pude finalmente encontrar un corcho de corcho y dormí placidamente hasta las 7 de la mañana.º

Hoy amanecí bárbaro, me duele el lado izquierdo del torso, tengo un moretón de aquellos en la pierna, deberé tratar ciertos raspones sin mucha importancia, pero sobre todo ¡¡Estoy feliz!!

domingo, 24 de junio de 2012

EL DIA DE LOS SANTOS (a falta de San Vicente, San Isidro)


Con mi permiso mensual de pedaleo totalmente agotado. Trasnochado a causa de mi asistencia a la anteúltima función de Burladero. Sin compañía a la vista para una pedaleada matinal, me dediqué a remolonear y prepararme unas tostadas con manteca y dulce de leche para el desayuno. Finalmente, a eso de las 9,30 hs. decidí salir a dar una vueltita en bici. Pedaleé tranquilo hasta Palermo, sin otra intencíón que dar unas vueltas por los bosques, pero como una carrera de calle dificultaba mi desplazamiento, ….me dije ¿Y si me hago una escapada veloz a San Isidro? Siiii, me contesté,mientras pensaba, a falta de San Vicente bueno será San Isidro y puse otra energía en los pedales para alcanzar velocidades superiores. Tomé por el paseo costero y desde Olivos a San Isidro fui por Libertador. Vuelta por la misma arteria y Coronel Díaz..

Resumen

  • Distancia: 47,02 km
  • Tiempo: 137 minutos
  • Vel media: 20.6 km
  • Frecuencia cardíaca
  • *máxima: 164
  • *media: 146
  • *mínima:120
  • Total de latidos 19483
  • Calorías gastadas: 2284 (casi 4 litros de birra)


Cuidado Hijos del Viento, su abuelito esá entrenando. Jajaja

lunes, 4 de junio de 2012

MERLO, ZAPIOLA, CAÑUELAS (Un tortuoso camino a los canelones)



Pedaleaba por independencia rumbo al oeste, al final de una inolvidable jornada, reconfortándome al pensar lo cerca que estaba de casa.  En 10 minutos estaría bajo la ducha caliente y en 20 en la cama, tapado hasta las orejas,  en esa ensoñación estaba cuando de repente la cámara de mi rueda trasera dijo basta, .... fue entonces que entré en pánico.

La mañana había comenzado tempranito, buscando a mi hija Ana Clara a un cumple de 15, la hora indicada por ella fue las 6 de la mañana, pero a sabiendas que los finales siempre se extienden, me apersoné en el lugar a las 6.30.  El desayuno se extendería un rato más, así que me dispuse a esperar, no obstante antes de quince minutos, estaba camino a casa.

Mientras ella se preparaba para ir a dormir, yo me aprestaba a partir rumbo a Once,... con todo listo esperé unos quince o veinte minutos antes de emprender el viaje,  para no llegar demasiado temprano a la estación.    Cerca de las ocho y cuarto, abordamos el tren rumbo a Merlo. Ante la ausencia de vidrios en las ventanas, la moderada velocidad del tren fue suficiente para hacer descender unos cuantos grados la sensación térmica de esa fría mañana de junio.

A pesar de la ventilación, oleadas de humo de cierta hierba subtropical nos envolvía cada tanto, mientras una suerte de Sérpico del subdesarrollo que deambulaba por el vagón, presuntamente preservando la seguridad, llamó la atención de muchos y el resquemor de varios que vigilábamos disimuladamente su derrotero.

Cerca ya de Merlo, un vendedor de cuellitos de Polar, a 10 pesos la unidad, hizo su Agosto en Junio gracias a la gélida mañana.  Alejandra, miraba la shoppinesca escena con un dejo de melancolía, tal vez pensando en los 120 mangos que había pagado por su flamante pasamontañas de acreditada marca e idéntica función.  Varios la consolamos alabando la calidad y el estilo de su prenda para que no caiga en un pozo depresivo, que empañara un dia que pintaba brillante. Aún a costa de cierta mentira piadosa, lo logramos.

A pocas cuadras de la estación Merlo, realizamos una mini parada técnica para confeccionar el listado de preferencias gastronómicas de cada participante.  Tras esa tarea vital, emprendimos viaje por la ruta 200 a nuestro primer destino,  Las Heras. Como el tránsito era intenso, alternamos varios tramos a uno y otro lado de las vías del tren.

Al cruzar la ruta 6 el viento (en contra, como siempre) pareció arreciar y la velocidad del grupo se redujo notoriamente.  No hubo “andar a rueda” que valga, parecía como que Papá Viento estaba enojado porque 2 de sus hijos habían salido sin avisarle. El periplo hasta Las Heras demandó más de lo previsto y el cansancio de varios alargó la nueva parada a casi cuarenta y cinco minutos.  Por ello, algunos de los más jòvenes, a falta de cerveza, nos fuimos a tomar solcito a la vereda de enfrente.

Al salir del pueblo rumbo a Zapiola, el camino asustaba por lo irregular, la constante vibración y los fuertes sacudones, hicieron que en algún momento temiera por la suerte de mis implantes que, afortunadamente, salieron indemnes.

De todas las fuerzas de la naturaleza, el Agua ya nos había sido adversa en Escobar al transformar plácidos caminos rurales, en casi ciénagas. Ahora nuestra adversidad venía de la mano de la Tierra, materializada en caminos aspérrimos y del Aire que cargado de energía cinética trataba de detener nuestra marcha.  Por suerte el Fuego, dominado desde antaño por el hombre, estaba contribuyendo ahora mismo a cocer los alimentos que degustaríamos en Zapiola, pensé.

Ese día Eolo (creo que era griego el chabón) haciendo gala del poder y la arbitrariedad que solo tienen los dioses, se interponía obstinadamente, entre un pequeños grupo de ciclistas y las fuentes de pasta asciutta que nos esperaban en destino.  Si llegábamos, claro. ¿Porque éstos dioses importados no se ocuparán de cosas más trascendentales? Pensé mientras lidiaba con los pedales.

Finalmente cuando ya casi había perdido las esperanzas, divisé unos cuantos centenares de metros al frente y a la derecha una construcción que inequívocamente partencia a una estación ferroviaria.  Era Zapiola. Por fin, habíamos llegado.  A las tres y media de la tarde, cansados y famélicos, ingresamos al almacén por los fondos. Luego de un instante de sobresalto por la quietud del lugar, que parecía vacío vimos la mesa puesta.  Respiré

Como el viaje de ida nos había llevado casi dos horas mas de lo previsto,  la idea fue comer y seguir.  Entonces en menos de noventa minutos estuvimos listos para partir. Comimos lengua a la vinagreta, muy buena; tallarines con estofado, en mi caso casi dos platos y ensalada de frutas como postre. Gaseosas “ad libitum”, vino y Quilmes a falta de Stella fue la bebida.

En la micro sobremesa, mientras de Alejandro P, cabeceaba de un modo tal que hubiera sido la envidia del mismísimo Martín Palermo, Diana trató sin éxito, de capturar el momento para la página de amigos, Luis comentaba que la mejor manera de encarar una curva en dos ruedas era mirar el final de la misma, mientas yo me esforzaba en recordar las coordenadas del baño.

Previa foto en la estación del tren, comenzamos el viaje rumbo a Cañuelas y al poco tiempo percibí un problema de geometría entre mi bici y yo. Claramente, el ángulo que formaba mi tronco con una imaginaria línea horizontal al piso era menor al que, en ese momento soportaba mí dilatado abdomen, con lo cual la tangente que partía desde mi ombligo en dirección al suelo pasaba 20 cm. atrás de la caja pedalera, lo que me proporcionaba una posición inadecuada de pedaleo.  ¿Se entendió? ¿No? Bueno, ...  me sentía como el culo pedaleando después de haber comido como un cerdo.  En ese momento extrañaba una decumbente, aunque nunca había tenido la experiencia de pedalearlas, era seguro que mi abdomen estaría más confortable.

El viaje a Cañuelas, tuvo de todo. Al principio un camino en muy buen estado que presagiaba una rápida vuelta a casa, luego otro que por la cantidad de pasto evidenciaba poco tránsito y que, de a poco, se transformó en un picadero prácticamente, intransitable.

El sol fue bajando y con él la temperatura. Aún en medio de la tarde una hermosa luna llena parecía guiarnos; cuantas cosas nos perdemos todos los días sin casi darnos cuenta. De a poco, fui sintiendo más y más frío a pesar de lo enérgico del pedaleo. Ya con el sol cercano al horizonte, mi enfriamiento continuó a ritmo sostenido, hasta que tiritando decidí detenerme para vestir mi rompevientos.  Estaba al borde de la hipotermia (léase cagadode frío) y encima con calzas cortas.

A esa altura, en medio de la noche y temblando casi sin parar parecía un IROMAN de gelatina.  Cada nueva parada, y fueron varias, resultó ser un suplicio porque entonces el frío superaba al agotamiento.  Por fin luego de casi 13 horas de nuestra partida desde Once llegamos a Cañuelas y por suerte el tren estaba allí.  Subimos y al poco tiempo estábamos viajando rumbo a Ezeiza.  Mientras un "estrenador" de bicicleta elongaba con cara de “que estoy haciendo yo aquí”, nos divertíamos recordando la improvisada badana que “inventó” en medio del camino para superar la dureza del asiento.

Llegamos a Ezeiza a las 21 y en pocos minutos llegó el tren que nos conduciría a Constitución.  No era el Tren Bala, pero comparado con el Sarmiento, parecía el Oriente Express. Ya acomodado en el vagón, comí ...  comimos, los peores panchos de nuestra existencia, como si fuera un manjar;  porque luego del esfuerzo y el frío del camino las calorías ingeridas en Zapiola no eran más que un lejano recuerdo. Un poco pasadas las diez de la noche estábamos en Constitución, o sea en casa.

Pedaleaba por independencia rumbo al oeste, al final de una inolvidable jornada, ya presentía la calidez del hogar.  En 10 minutos estaría bajo la ducha caliente y en 20 arropado en la cama hasta mañana, en esa ensoñación estaba cuando de repente mi rueda trasera dijo basta....

¡Entré en pánico! No estaba en condiciones de pensar que hacer en esas circunstancias, mucho menos en condiciones de hacer lo que fuera necesario. Rápidamente, me di cuenta que no había motivo para el pánico, NO ESTABA SOLO, el grupo entero bancó esta pinchadura, sin duda la más inoportuna de todo el trayecto. Antes que pudiera reaccionar Adrián había sacado la rueda y colocado mi cámara de repuesto, operación, que tuvo que repetir, con una cámara emparchada que Ian me dió a cambio de la mía. Por fin, gracias a todos puede llegar a casa cansado, con frío, pero feliz.

¿Si todo lo aquí escrito es cierto?.... y lo es, algunos se preguntarán por que lo hacemos.  Una vez ante una travesura de secundaria -saludamos a una profesorcita de inglés, muy bonita ella, con una lluvia de papelitos- otra profe, algo mayor, haciéndose la compinche me pregunta ¿Y a usted Ferrari que es tan serio, le divierte esto?  Si,  le contesté.  La respuesta, antes como ahora, es sencilla. Lo hacemos porque nos divierte.  ¿Por que nos divierte? es otra historia….

jueves, 24 de mayo de 2012

Los puentes de Escobar

El fin de semana pintaba mal, el sábado amaneció con el cielo tan plomizo, que parecía que en cualquier momento se pondria a llorar. Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana, la impresión fue que de un sollozo no pasaría. Asi que me apronté para la salida de los sábados con el CAP.

Realmente la salida estuvo muy buena y muchos de los participantes de la misma apostamos a que el SMN errase su pronóstico dominguero. Sin embargo al observar el cielo durante nuestro regreso desde San Isidro, una cierta desesperanza se apoderó de algunos de nosotros. Las amenazadoras nubes que se ceñian sobre Buenos Aires, parecían predecir un domingo de cine y pochoclo.

No obstante, tozudos pedaleros que somos, nos despedimos con un hasta mañana y fijamos como punto de encuentro, la esquina de Coronel Diaz y Libertador, a cuyo mítico café Tabac, solía ir con cierta frecuencia a finales de los 60.

Los pronósticos del sábado a la noche, dejaban poco espacio para la esperanza. El más favorable, hablaba de un 75% de posibilidad de lluvias comenzando por la mañana y si la mañana arrancaba lloviendo,....chau!! Asi que me fui a dormir sin poner el despertador solo confiando en mi reloj biológico y en la suerte.

Cinco y media de la mañana del domingo, me despierto, me asomo por el balcón y veo la calle seca, enciendo mi notebook para ver el pronóstico y casi salto de alegría cuando vi que la probabilidad de lluvias había bajado al 30%. El tiempo parecía estar a favor de la salida

Empecé la ceremonia de organizar las cosas. Esta vez, no había mucho que preparar, la comida la compraría en Escobar y la mayoria de las cosas necesarias, estaban en la bici desde el dìa anterior. Asi y todo olvidé en casa el cuenta kilometros.

LLegué a Tabac faltando diez minutos para las ocho y antes de esa hora éramos 7 pedaleando a buen ritmo rumbo a Retiro. Cerca de Callao nos juntamos con Horacio quien acarreaba en su mochila unos cuantos metros de soga, que llamó la atención a más de uno, pero el secreto de la soga no seria develado sinó en destino.

En Retiro obtuvimos por 2 pesos cada, nuestros pasajes a Escobar. El viaje en tren transcurrió entre mates, fotos, chistes y jarana. Quizás para abstraernos del hecho que estábamos transitando la parte mas riesgosa y menos gratificante de nuestra aventura. Cada vez que voy en tren, no puedo evitar sentir bronca en algún momento del viaje y no por la mínima incomodidad de pasar una hora o dos arriba de estas ruinas, camino al disfrute, sino porque hay gente que necesariamente tiene que encarar a diario la riesgosa odisea del tren.

Llegamos a Escobar y tras bajar las bicis, nos dirigimos a una parada técnica en una estaciòn de servicio, camino al este. En eso corto tramo, una ligera llovizna amagó con dar por terminada la salida, pero pronto se detuvo, fue una especie de bienvenida a la aventura.

Reiniciamos la marcha en direcciòn al rio por un camino de pésimo asfalto y buenas pendientes. En nuestro avance, los bañados que bordeaban la ruta se mezclaban con árboles, hasta que finalmente estos se adueñaron del paisaje. Al desviarnos del camino principal en dirección noreste ingresamos en un bosque cerrado que nos brindó junto a los hermosos colores del otoño algunos charquitos para solaz de quienes ya comenzaban sentirse inquietos por el plácido discurrir de la pedaleada; hasta entonces mas parecida a una excursión de jubilados que a una aventura en mountain bike

Llegamos a un lugar sobre el Paraná de las Palmas con una vista alucinante y aprovechamos para sacar unas fotos. Franqueado al norte por un canal, que podia cruzarse por un puente de madera que desembocaba en un almacén y por el rio al este, el sitio sugeria que nuestro destino era el sur, dado que habiamos llegado por el oeste

Antes de partir al punto donde almorzariamos, pensé en cruzar el puente en busca una cerveza, pero un cartel que solo anunciaba pan, hielo y gaseosas me hizo me hizo desistir. Fue Sendero quien con la lógica que solo tienen los grandes me dijo “Es una proveduria para pescadores, los pescadores son todos borrachos, por lo tanto deben tener cerveza” Al escuchar eso no pude evitar el recuerdo de aquellas jornadas de pesca con mosca en los lagos del sur y me dije, si bien “nada es para siempre” yo también fui uno de ellos.

Decidido, encaré junto a Horacio el cruce de ese puente sin barandas, que se elevaba unos seis metros sobre el nivel del agua y se bamboleaba a cada paso; y lo hice, como si caminase por el living de mi casa. Volvimos con un par de Quilmes y nos sacamos fotos que bien podrían ser destinadas a una campaña publicitaria de la marca. Si pagan lo que las fotos valen, claro!!!!!

En viaje al puerto de Escobar debimos atravesar varios puentes precarios. Al menos dos de ellos, me pusieron al borde de la retirada. El segundo develó el misterio de la soga, que atada a árboles de una y otra orilla y tensada entre varios nos permitió sortear un puentecito estrecho, temblequeante y cuyos listones no parecian ser más fuertes que las maderitas de los antiguos cajones de manzana. Gracias a quien cruzó mi bicicleta, y el apoyo incondicional de Diana A, que al grito de “EBRIOSSSSS” alentaba a màs de uno, logré pasar.

Ya en el puerto, nos juntamos con un grupito integrado entre otros por Germán y Leonel, que al perder el tren se nos unieron para encarar una distendida vuelta a casa. Germán la tiene clara, pensé, perdiò el tren para no ensuciarse la pilcha nueva, pero ante la duda, me reservè el comentario. El itinerario había sido bueno: hermosos paisajes, algo de barro y dosis homepáticas de aventura.

Emprendimos la vuelta por camino de asfalto, lo que presagiaba un distendido regreso. A los pocos km nos desviamos al norte por un camino de tierra que presentaba al principio algo de barro. Será un buen fin de fiesta pensé. A poco de andar el barro fue creciendo y los charcos eran más y más grandes. A los pocos km, todos estâbamos cubiertos de barro y mojados a raiz de salpicaduras y caídas.

Cuando llegamos al puente (una forma de decir) vimos que este ya no estaba y debimos regresar por donde vinimos. Estos km de más, generó un cierto atraso y un cambio de planes pero siempre hay alternativas. De nuevo el asfalto rumbo a la Estación de Escobar. Al final, dado que se complicó el regreso por Villa la Ñata vamos a llegar antes de lo previsto pensé.

Cuando ya se avizoraba el pueblo y por ende la proximidad del tren, nuestros guias tomaron por un camino de tierra en direcciòn al sur. El camino estaba húmedo y presentaba una dificultad media que poco a poco fue subiendo de nivel, hasta que, casi sin darnos cuenta llegamos a un punto en el cual mantener el equilibrio arriba de la bici era casi imposible. “A caminar se ha dicho”, comenzamos una caminata presumiblemente corta pero que a poco de andar se tornó más y más dificultosa, el barro era tanto y tan pegajoso que se adheria de a kilos a los neumáticos la caja y la bici toda.



Algunas sub 12 kg. llegaron a pesar más de 20 por el barro acumulado. El cielo seguia nublado y la noche parecia querer alcanzarnos allí, lo que generó ciertas escenas de tensión, la situación era difícil. Sin embargo, unos minutos depués algunos adelantados habian tocado tierra firme unos 1000 metros adelante. El grupo se reconfortó al ver que las situación se estaba superando y unos cuantos minutos después, todos estabamos reunidos al final del barriento camino. Lástima que no había Stella, porque sin duda, era una buena ocasiòn para celebrar.

El resto de viaje a Tigre, transcurríó plácidamente mientras comentábamos la increible aventura que habiamos acabado de vivir y nos reiamos de buena gana al recordar los momentos más difíciles de la travesia y las caras de algunos participantes ante tamaña adversidad. En un momento Alejandra intentó “reventarme la hiel” comentando en voz alta lo bien que vendría una cervecita, pero logré sobreponerme a esa provocaciòn y en la ùltima parada créase o no me bajé una cepita manzana.

Llegamos a Tigre a las 20.30, allí algunos volvimos en tren y otros optaron por seguir pedaleando a Capital. Volví en tren porque el lunes tenia que viajar temprano y no quería correr el riesgo de quedarme dormido. Selma me esperaba con pizza caliente pero como no tenía hambre opté por bañarme y desmayarme en la cama.

La salida me llenó de energia, me dejó con pilas ultra cargadas, con pilas que no necesitan ser descartadas en contenedores, con pilas que no envenenan el agua, con pilas que se cargan con buena onda, solidaridad y por supuesto pedaleando como si fueran una vieja dínamo para luces de bicicleta. Gracias a todos!!!

miércoles, 23 de mayo de 2012

ESCOBAR MINI STORY

Este mini relato está inspirado en La Tiendita del Arte (radio): Les dejo el link por si quieren esuchar el programa completo, donde se habla de Microficciones (genero literario que acabo de descubrir) y Burladero (obra en la que actua mi hija Soledad) http://www.ivoox.com/programa-33-22-05-2012-audios-mp3_rf_1240055_1.html.


Esa mañana se me acercó con una sonrisa en los labios; me va a decir algo pensé, pero ... me agarró bruscamente, y me condujo a una estación, me depositó junto a otras en un sucio vagòn. Al rato me bajó, me pegó hasta hacerme doler, me hundíó en el barro. Se quiere deshacer de mi pensé. Pero no, ... me sube otra vez al tren. Al llegar se lo ve cansado; sucia como estoy, casi sin mirarme, me sube a su casa,- ¿Que hará ahora...? Desfallezco. Al despertar me noto limpia y lubricada, mientras alguien aprieta mis gomas para ver si su presión es la correcta. Estoy lista para la próxima aventura.

lunes, 16 de abril de 2012

MINISTRO RIVADAVIA

En un principio pensé aprovechar mi permiso del mes de abril en la salida a Uribelarrea, pero luego caí en la cuenta que no estaría en Buenos Aires durante en esa fecha; fue así que decidí participar en la salida a Ministro Rivadavia. Las salidas urbanas o periubanas de largo aliento no son las que más me atren pero era Ministro o nada y fue ministro nomás.

Como la salida arrancaba algo tarde para mi reloj biológico, pensé en entrar en calor con una recorrida por Palermo a buen ritmo, pero entre una cosa y otra se hicieron las 8.30 así que eso quedó para otro día, así que arranqué lentamente con destino a Independencia y Lima. Ya sobre Lima la encuentro a Maria que me contó que estaba viendo la posibilidad de ir al trabajo en bici. Hace algún tiempo que lo estoy haciendo algunos días por semana y les aseguro que el día arranca distinto.

Arrancamos rumbo al sur a eso de las 9.30; pasamos a un costado de la estación Constitución, y seguimos con rumbo al Riachuelo atravesando parte de Barracas y dejando La Boca a la izquierda. Mientras pedaleaba por allí, pensé que me estaba internado un poco en lado oscuro de Buenos Aires.

Observaba esas anchas avenidas, prácticamente sin tránsito, manzanas enteras de galpones que otrora fueron fabricas y trataba de imaginarme el movimiento que habría tenido el barrio en otros tiempo. Más allá de algunos intentos que pretenden re-poner en valor la zona, me resultaba difícil imaginarla nuevamente activa. En esas divagaciones estaba cuando el penetrante aroma del Riachuelo, convertido en legado visible, pero indeseable de los viejos tiempos, me hizo prestar atención nuevamente a los pedales.

Ya en provincia arrancamos por Pavón, luego por algunas calles más tranquilas, para retomar la avenida cerca de la estación Lanús. Fue muy lindo para mi, volver a transitar algunos lugares por los que no pasaba desde los setenta y con los cuales, el paso del tiempo había sido algo más benévolo que con Barracas.

El camino hacia el sur, fue muy distendido y a pesar que no era demasiado temprano, había pocos vehículos circulando. En la rotonda de Bernal, se nos unió Juguito, faltaban entonces muy pocos Km. para llegar a la granja que era nuestro destino final. Ministro Rivadavia, forma parte de esos lugares de borde entre lo urbano y lo rural, que nos sorprende a solo 30 Km de la capital, su plaza central con su pequeña capilla, bien podrían pertenecer a geografías más remotas.

A esta altura estaba totalmente satisfecho con el viaje y me alegraba haber decidido, casi a último momento, venir. Había sido un viaje tranquilo pero interesante: la postal de la plaza del pueblo, su pequeña iglesia, el ciclista locutor que se prendió en la foto y advirtió que trataría “el tema” en su programa radial y la buena onda del grupo, estaban a la altura de mis expectativas para una travesía en bicicleta, pero esta vez con la yapa de no haber tenido que soportar ni “una gota” de polvo.

Para no dejar de lado nuestra costumbre de pedaleo en zonas rurales, nuestros guías nos reservaron un tramo de camino de tierra un tanto áspero de no más de 3 Km. antes de llegar a la granja donde almorzaríamos. Entusiasmado, acometí el camino con energía, es dura pero es linda la tierra pensé, en eso estaba cuando a no más de 200 metros del inicio del camino, mi rueda trasera dio un fuerte suspiro y se quedó con menos aire que un asmático en el congelador. Tras unos instantes de confusión, comencé a buscar la causa de la pinchadura y enseguida…. lo vi, insertado en el medio de la cubierta casi perpendicular a la tangente de la llanta, estaba él, un clavo de gigantescas dimensiones que había perforado la cubierta y la cámara para terminar incrustándose en la llanta, que hasta el momento no me animo a revisar para evaluar los daños. Tan calvado estaba que tuvimos que recurrir a una pinza y no poco esfuerzo para extraerlo del lugar en el que parecía haber decidido alojarse.

La tarea de cambio de cámara y cubierta, no fue muy fácil esta vez; pero la colocación de la rueda nuevamente en su sitio fue casi peor. No podíamos lograr que el disco de freno ingresado en el medio de las dos pastillas, aparentemente me faltaba un expansor, después supe que en realidad faltaba un bloqueador, piecita que se inserta en el mecanismo de freno a disco para que las pastillas no se salgan o algo así (tendré que aprender algo más de esto) Por suerte Juan me dio una mano y se hizo cargo, no sin dificultad, de colocar la rueda nuevamente en su lugar.

Superado el episodio, ya pensando en la proximidad de la comida y por supuesto de la bebida, a mí y a otros se nos comenzó a hacer agua la boca, Era casi la una y nuestro destino estaba a pocas vueltas de pedal. El grupo bullicioso, arrancó con un ímpetu que rápidamente se transformó en desazón. No habíamos hecho 150 metros cuando Juguito, se topó con otro calvo de impresionantes dimensiones que nos alejó otra media hora de nuestro almuerzo. Finalmente, un poquito antes de la una y media estábamos en la puerta de acceso de la granja.

Arribados a nuestro destino el grupo se dividió en dos. Por un lado los que optaron por un almuerzo abundante y por otro los que preferimos la algo más ligth y disfrutar del aire libre en un hermoso día de otoñó disfrazado de primavera. Sin Stella a la vista Horacio y yo nos conformamos con Quilmes, pero esta vez no fuimos los únicos. Como el grupo del comedor iba a necesitar un mayor tiempo previo a emprender el regreso, hubo tiempo para una segunda unidad compartida.

Salí sorteado, mientras no estaba presente y al unirme al grupo me entero que había ganado un Kit de sacacubieras, llave y parches, que enseguida usé para reparar uno de los dos agujeros que me provocó el encuentro cercano con el clavo). Fue lindo,… la última vez que me gané algo, fue una pelota de fútbol por haber completado un álbum de figuritas en el cual las tres difíciles eran Resuchi (Vélez) Oster (Sarmiento de Junín) y Puntorero (Atlanta), saquen cuenta si se atreven!!!!

El regreso fue tranquilo, pero ahora había más tránsito. El cruce de un puente sobre el ferrocarril a la altura de Lanús, me llevó rozar los 43 Km. por hora y esto porque durante todo el trayecto me la pasé acariciando el freno a fin de no sobrepasar una velocidad segura, que todavía no sé cual vendría a ser. Antes de llegar hubo tiempo para una caída, sin consecuencias y la reparación de emergencia del freno contrapedal del amigo de la bici “chopera”, cuyo nombre como el de Pedro, el de María, el de Estela y tantos otros me iré aprendiendo poco a poco, salida tras salida.

A eso de las 7 de la tarde ingresamos a Capital por la Av. Vélez Sarfield, luego de atravesar el puente Victorino de la Plaza, cuya principal virtud a esta altura fue tener casi nada de pendiente. En el cruce con San Juan donde termina la Av. Entre Ríos se dio por terminada la salida y a partir de allí cada uno seguiría su propio camino.

En Independencia tomé rumbo oeste y en menos de 15 minutos estaba subiendo a mi casa. Selma había hecho pizza, como casi todos los domingos y una torta bañada en chocolate, con lo que repuse parte de las calorías laboriosamente quemadas durante la jornada, el balance como casi siempre fue positivo.

Esperaré ansioso para conocer las salidas de Mayo, si llega a aparecer alguna “libre de clavos” allí estaré y sino compraré mas parches.

martes, 31 de enero de 2012

SALIDA A ECO EXTREME CON AMIGOS DEL PEDAL (la ley seca)

La salida a Eco Extreme pintaba interesante. Así que, siendo la última de enero, no podía faltar y no lo hice. Salí de casa con tanta anticipación a la hora señalada, que hasta tuve tiempo de dar un par de vueltas al Rosedal, luego tomar la bicisenda de Av. del Libertador hasta Montevideo y entrenarme un poco en ascensos, en esa ciclovía protegida. Finalmente, al llegar a la avenida Santa Fe, me dirigí pedaleando muy tranqui a la Estación Retiro del ferrocarril San Martín.

Aunque a los más jóvenes les cueste creerlo, para casi todos aquellos que hemos superado la barrera de los 50, en mi caso largamente, el tren ha marcado algún momento importante en nuestra infancia o juventud. Varios episodios memorables, cuyo relato dejo para otra oportunidad, me sucedieron arriba de trenes. Sin embargo “El Tren” de mi infancia, fue sin lugar a dudas el San Martín; recuerdo esos largos viajes a Diego de Alvear, muchas veces en los duros asientos de madera de la segunda clase y las interminables paradas en Junín donde el tren se detenía a “tomar agua”.

Y acá estaba abordándolo de nuevo, casi 50 años después. Rápidamente llenamos el furgón trasero con nuestras bicicletas, por lo que Horacio tuvo que avisar a quienes nos esperaban en Villa del Parque que traten de subirse en el furgón delantero y así lo hicieron. El viaje fue tranquilo, aunque duró algo más de lo que yo esperaba. Viajé casi todo el tiempo parado, finalmente me senté cuando el tren abandonaba la estación “Sol y Verde”, la cual no formaba parte de mis recuerdos y luego supe, tiene poco más de cinco años de inaugurada.

Al llegar a Pilar nos dirigimos hacia un camino paralelo a la Panamericana que, tras una pequeña rotonda y el cruce de un puente, nos llevó a la propia autopista por cuya banquina debimos transitar algo más de 1 km hasta la bajada del Parque Industrial. Ya a esa altura el calor era intenso y asi seguiría por el resto de la jornada

A poco de llegar a nuestro destino, en distintos grupos, nos dirigimos al circuito. Un bosque tupido y muy bien señalizado en el cual flechas de distintos colores, indican la dificultad del trazado. A menos de dos centenares de metros del comienzo del sendero celeste, el más fácil como es obvio, me encontré con una subida de cierta importancia y una banda de ciclistas detenidos por lo cual tuve que desmontar y seguir caminando hasta que la geografía me permitiese volver al pedaleo.

En una nueva vuelta al circuito casi logro mi cometido, pero volví a encontrarme a una serie compañeros en desgracia, esparcidos por la cuesta. Recién en el tercer intento, pude superar el escollo pedaleando. Este simple y minúsculo logro me demandó unos 10 km de pedaleo por senderos dentro del bosque y comprobé que este tipo de conducción exige un esfuerzo superior a cualquier camino rural de los que haya transitado hasta ahora.

Luego del almuerzo que compartimos, bajo un árbol cercano a la única edificación del lugar, encaramos nuevamente los senderos. Esta vez acometí, totalmente decidido, un trayecto para ciclistas “avanzados”. Al llegar a un claro del bosque apareció el primer obstáculo que, de lejos, no me pareció demasiado comprometido, aunque había sido la causa de un ligero embotellamiento de ciclistas ante las lógicas dudas de algunos.

Ya con el camino expedito, encaro el obstáculo como si supiera y al llegar a la cima del primer montículo me encuentro con una suerte de montaña rusa de gran pendiente y carente de otra posibilidad me deslicé barranca a bajo. Con el corazón latiendo a mil y sobredosis de adrenalina, superé la subida también de fuerte pendiente, luego hice unos cuantos metros por una parte más tranquila de la senda y mientras mis signos vitales volvían lentamente a la normalidad, repasé mentalmente los hechos.

Entonces, decidí bajarme de la bici para continuar mi camino con los pies en la tierra, al menos por una vez en mi vida,hasta encontrar una flecha celeste que me llevara por itinerarios menos tortuosas. Afortunadamente, esa flecha salvadora estaba cerca y pude recomponerme y disfrutar del paseo. Por un rato pensé, “esto no es lo mi” y continúe pensando, “tendría que haber arrancado a los 30 y no a los 59” pero, ... fue entonces cuando recordé algo que hace unos días posteó Ana “Aunque nadie puede volver atrás y lograr un nuevo comienzo, cualquiera puede empezar ahora y lograr un nuevo final” y me estaba divirtiendo así que valió la pena el riesgo.

El predio es realmente lindo y la vegetación impresionante. Cuenta, además, con algunas pasarelas de madera muy interesantes y hasta un puente colgante que atravesé cargando mi bicicleta al hombro. Ojo, no fue por temor al desfío sino como una muestra de gratitud a los tantos km que ella me ha cargado a mí.

Luego del mediodía la desoladora imagen de la heladera, caracterizada por la ausencia de total de cerveza, solo provista de sprite, coca cero y otros líquidos difíciles de digerir, no pudo al menos en mi caso, ser superada por la falta absoluta de agua en todo el predio que nos impidió refrescarnos al final de nuestra estadía.

Sin agua y casi agotados por las recorridas, a eso de las 4 de la tarde, comenzamos el regreso. El calor apretaba todavía, pero algunas nubes hicieron algo más tolerable nuestra vuelta a casa. A esa altura, llevaba consumidos unos cinco litros de líquido y durante el viaje sumé otros dos, en lo que puedo considerar mi récord para una salida. De Stella ni hablar, faltó logística esta vez (igual te perdono Horacio, nadie es perfecto)

Promediando el camino de regreso, cuando faltaban todavía más de 20 km para la General Paz la imagen del grupo era francamente lamentable: agotados, sedientos, cubiertos de tierra y empapados de sudor. En fin, ... nada en nosotros parecía tener algún punto de contacto con el disfrute. Fue entonces cuando me pareció que, un viandante, nos miraba con cierto dejo de pena al vernos en semejante estado. No puede confirmarlo, pero si en realidad experimentó ese sentimiento hacia nosotros, seguro que jamás anduvo en bicicleta, ...... ¡ pobrecito !!!!!!!!!!!!!!!

martes, 24 de enero de 2012

Villa Elisa - Domselaar - Alejandro Korn


Desde hace muchos días tenia pensado participar de esta salida, pero era un secreto entre mi Trek y yo. Mi licencia mensual para pedaleos largos, había expirado en la nocturna del 7 de enero, así que algo había que hacer....

El jueves, aprovechando mis vacaciones (urbanas por necesidad) y la ausencia de los chicos, invité a Selma a almorzar al Bar Gijón, antológico bodegón de Buenos Aires. Fue allí, que entre la media de rabas y el bife de chorizo completo, deslicé como al pasar “el domingo tengo ganas de ir a la salida de Amigos”. Comprensiva; Selma me dice,... bueno son tus vacaciones así que si lo disfrutas andá y andé.

Siguiendo la recomendación de llevar mucha agua, el sábado preparé dos litros de jugo en pequeños cubitos, para meter en el Camelback y mandé una Gatorade al frezeer, a modo de reserva estratégica. Con eso, más una birra al mediodía no me podía faltar liquido, …. al menos eso pensé.

El domingo, arranqué 7,45 con la intención de llegar a Constitución sin transpirar. Así que a un ritmo muy tranqui fui bajando por Belgrano. A esa hora del domingo, daba gusto pedalear por allí, la mañana estaba fresca y casi no había autos en la calle. Llegando a la 9 de Julio la veo a Diana. Al doblar en Lima la alcanzo y avanzamos juntos hasta que llegando a Plaza Cosntiución, nos encontramos a Pedro (hasta la semana pasada El Mendocino) y dos ciclistas más. Serian las 8,10 cuando llegamos a la estación.

Un rato antes de la hora prevista para la partida, 25 intrépidos, nos dirigimos hacia el andén 12 y para nuestra sorpresa comprobamos que, justo ese tren, carecía de furgón. Así, que nos acomodamos como pudimos en el primer vagón. Pedro, Capilla y yo nos ubicamos bien adelante y el resto cerca de la segunda puerta.

Al llegar a Villa Elisa, los de adelante bajamos rápido y le hicimos señas al maquinista para que nos aguante a que bajasemos todas las bicis. Con buena onda, accedió. Luego nos dirigimos a una estación de servicio a comprar algo y atender eventuales llamados de la naturaleza pero, como pasa fecuentemente en la city, ésta había cerrado, lo que nos obligó a pedalear un poco más hasta una Shell, donde hicimos algunas compras.

Durante el viaje en tren especulábamos con Capilla, si la lluvia de la semana habría contribuido a asentar el polvo que nos acompañó durante toda la nocturna. Al dejar atrás el tramo asfaltado de la calle 49 (Arana, creo que se llama) tuvimos la contundente respuesta,…. NOOOO!!

A los pocos Km. de tomar la tierra y cuando todavía estábamos todos fresquitos un señor que estaba arreglando el cerco vivo de una casa, nos hizo dedo y nos saludó alegremente con algo así como “good trip beautifull people” claro que si con ese mismo individuo nos hubiéramos Cruzado llegando a Alejandro Korn, su actitud hubiese sido bien otra.

Para nuestro deleite, el camino estaba tan irregular que arriba de nuestras bicis temblábamos de tal manera que nos castañeteaban los dientes. Alguien gritó, … “este camino me va a hacer caer los dientes”. Respuesta inmediata “usá un poco mas de Corega” de la risa casi me caigo de la bici.

Al rato las condiciones del camino mejoraron bastante y casi sin tropiezos, llegamos al cruce con la Ruta 2. Si atravesar esta ruta, con cualquier medio de locomoción nunca fue fácil, pretender hacerlo un 15 de Enero al mediodía era casi una utopía, … pero con precaución y paciencia cruzamos todos sin novedad.

Luego del cruce, hicimos algunas paradas técnicas obligadas y si bien el sol ya apretaba un poco, la sombra de algunos arbustos resultaba suficiente para guarecernos. Algunos tramos del camino, más allá de la sequia, mostraban lo dañinos que podemos ser los hombres con nuestra pequeña casa en el universo. Botellas plásticas, bolsas de nylon y cadáveres de autos robados,, nos acompañaron durante los primeros tramos del camino. Sendero me consoló,..... de noche el paisaje es igual, solo que no lo vemos. ja!

Llegamos a Domselaar luego de un par de caídas, la mas grave justo antes de cruzar la via, pero por suerte solo unos raspones, al menos eso creo. Ya en el pueblo, algunos se detuvieron a comprar vituallas en la feria, mientras otros nos dirigimos hacia el parador vecino al Castillo Guerrero, donde pude comprar dos sándwiches de crudo y queso y una Stella de litro que me ayudó a prevenir la deshidratación.

Luego de una pausa de casi dos horas, ya todos con las pilas recargadas,... en mi caso de cerveza, arrancó la segunda parte de la travesía. Hasta ese punto, el viaje había sido fácil y nada parecido a un mini Dakar en bici, como alguien mencionó al salir de Villa Elisa.

Pero, …. a poco de partir y tras no más de cinco Km. bajo un ardiente sol de Enero, me empecé a cuestionar la permisividad de Selma. Al fin y al cabo alguien cuerdo debe haber en una pareja y en esta ocasiòn le tocaba a ella. Si me hubiera negado el permiso, como estadísticamente correspondia, hubiéramos discutido un poco, ... pero ahora, estaria en casa, tomándome una caiphirina bajo el aire acondicionado y no hecho un escalope viviente y en encima sin condimento.

A pesar del clima hostil por lo torrido, nada grave por suerte, pasó en el camino de regreso. Solo algunos desperfectos mecánicos menores y pinchaduras, siempre al rayo del sol. Porqué no pinchan al la sombra, espetó alguien. Porque no hay, respondió desalentado otro. Faltando unos 20 km agoté mis reservas de la Camelback y recurrí a la botella de emergencia, que hasta hoy nunca había utilizado en salida alguna. Diez kilometros más tarde empiné el último trago y por un momento me sentí el protagonista de “Cuero Crudo”

Llegadmoa a Alejandro Korn sedientos, pero con tiempo suficiente para tomar algo antes de la salida del tren. Opté por una Iguana, lo que me valió una reprimenda de Horacio, pero…. al rato me imitó porque la única botella verde que estaba a la venta en el Drugstore era de Sprite, así que Iguana a falta de Stella es mejor que Sprite.

Luego de un corto viaje en tren (eléctrico, que maravilla), nos dividimos al llegar a Constitución. Algunos volvimos por Carlos Calvo y otro arrancaron para el Centro. A medida que avanzábamos hacia el oeste el grupo se fue desgranando y al llegar a Virrey Liniers doblé hacia la derecha para Almagro.

Al llegar me metí bajo la ducha fría, que placer …. Me relajo, miro el piso y noto que el agua que escurre de mi cuerpo es color café con leche. Desde que era chico que no acumulaba tanta mugre en tan poco tiempo,.... Bueno, salvo en la nocturna del sábado pasado,  pero aquella noche tambien fui un chico.

lunes, 9 de enero de 2012

Salida Nocturna, para ver las estrellas


El sábado, me desperté temprano como casi todos los días, aún cuando estoy de vacaciones, verifiqué que todo en la bici estuviera en orden y me dediqué a hacer algunos mandados, buena letra que le dicen. A eso de las 13.30 fuimos con Selma a llevar a los chicos, a Aeroparque, se iban a pasar sus vacaciones a San Paulo. Este año Selma y yo no podemos tomarnos ferias, así que los mandamos solitos a la casa de la abuela.
Como migraciones estaba un poco congestionado, el mensaje que les pedí enviaran cuando hayan pasado a la sala de pre embarque se hizo esperar un poco y yo me iba poniendo algo tenso, al ratito llamaron avisando que todo estaba OK y nos fuimos rápido a casa. Me visto, chequeo el contenido de la mochila; inflador, cámara, mini herramientas, bolsa hidratadora con cubos de hielo y botella de 1.5 litros congelada.
Cuando me pongo la mochila noto que los cubitos se me clavan en la espalda, pero bueno, hasta la estación Caballito no son tantas cuadras y no podía dejar nada en casa, de modo que arranqué así. A las 16.45 hacía mucho calor, por lo menos,….la espalda la tenia dolorida, pero fresca.
Llego al punto de encuentro antes de las 5 PM y solo había otro ciclista, en no más de 15 minutos estábamos todos, cargamos las bicis y cuatro de nosotros fuimos en tren. La verdad viajamos muy bien, hasta Moreno con aire acondicionado y todo. Como era el mayor del grupo tuve el privilegio de ir sentado casi todo el trayecto y además aprendí mucho escuchando el relato de senderito (¿será el hermano de Ana?) sobre su último viaje al sur.
Tal lo convenido llegando a Luján, lo llamo a Adrián y nos vienen a buscar en dos autos para llevarnos al punto de inicio de la travesía. Ahí compramos algo para comer en el viaje y arrancamos. Por suerte un compañero, que hasta que me aprenda el nombre llamaré, "El Mendocino" se ofreció a cargar en su alforja mi botella congelada, así que fui bastante cómodo.
Al salir de la ciudad y tomar el primer camino de tierra, me puse bastante tenso, motivos no me faltaban: era mi primer salida nocturna, el camino era bastante irregular, muy oscuro por estar bordeado de árboles, mi luz delantera tenias pocas pilas y para completarla un auto sin luces, andando despacito parecía seguirnos, lo que intranqulizó a otros tantos. Finalmente el misterioso auto dobló y no lo vimos más…
Al terminar ese camino hicimos más o menos un km por la banquina de una ruta hasta tomar un asfalto que nos llevaría al punto elegido para nuestra cena. Durante este tramo la luna estaba muy brillante y luminosa. Con éste marco, comenzamos a practicar ir con la luz delantera apagada y realmente se ve muy bien. Mientas los chiquilines hacían gala de estado físico con impresionantes embalajes, los nonos íbamos más tranqui sabiendo que la cosa recién empezaba. Sentir el aire fresco de esa noche de verano pegándome en la cara fue una sensación intensa y muy estimulante.
En el lugar elegido para nuestra cena, un pequeñísimo pueblo perdido en la llanura, nos encontramos con una fuerte música sinónimo de fiesta y a medida que nos acercábamos, ésta parecía venir de la iglesia del pueblo, sin embargo cuando llegamos comprobamos que en realidad la fiesta era al lado.
Desde la calle pudimos ver el contenido y lo que es peor, oler las emanaciones de la parrilla. Hicimos una parada frente a la puerta de entrada tratando de despertar la curiosidad y simpatía del anfitrión, y una eventual invitación, de al menos medio choripan por cabeza. Sin lograrlo, nos dirigimos a la plaza del pueblo (en frente) donde comimos alrededor del mástil, sentados en bancos y bien iluminados. Yo comí un exquisito sándwich de pan rallado frito comprado por milanesa y dado que no había donde comprar una cerveza (¿A vos te parece? Horacio) no tuve más remedio que acompañarlo con jugo de manzana, que asco!!!
Durante la sobremesa charlé un poco con Sugus, quien me contó algunas cosas de su vida y que está muy entusiasmado con su próxima operación y del apoyo recibido por gente del CAP, especialmente Adrián, Diana y Ana. Entre tanto, algunas niñas aprovecharon para volver por un rato a la infancia jugando en el subibaja y las hamacas. Luego de algo más de una hora de parada reemprendimos la marcha, al principio pasé un poco de frío porque no llevé ningún abrigo pero al rato estaba bien otra vez (igual la próxima al menos llevaré un jersey de manga larga por las dudas).
Nuestro próximo destino, un cementerio abandonado de fines del siglo XIX. Allí el grupo se dividió. Mientras algunos entramos a recorrerlo y ver entre otras cosas el lugar donde fue encontrada en otro viaje la famosa “capa negra”. Otros permanecieron en el camino, instándonos con amables expresiones a volver a pedalear lo antes posible. Aunque soy bastante agnóstico, debo reconocer que estar parado en un viejo cementerio abandonado, en medio de la noche y solo iluminado con la luz de la luna, es un tanto sobrecogedor.
Luego de la visita y tras un corto tramo de pedaleo pasamos, cerca de las 2 de la mañana, frente a un salón de fiestas del cual, ante el griterío de los chicos, los invitados salieron a ver pasar a unos locos en bicicleta. Tras un corto tramo por asfalto paramos en una YPF a tomar algo. Algunos optaron por el aire acondicionado de adentro y otros en las mesitas al aire libre con vista a la playa (de surtidores). Un sanguche de salame y queso y Red Bull, a falta de birra para mantenerme despierto, fue mi menú en esta parada.
Durante el regreso, varios jovencitos mostraron evidentes signos de agotamiento, mientras los veteranos nos manteníamos relativamente bien, o sea, estábamos casi tan arruinados como habíamos comenzado la travesía. En esta ocasión el único que pinchó y no una sino dos veces fue Adrián. Durante la segunda detención por las pinchaduras de Adrián, alguien del grupo, nos deleitó con “Soy Superman” de y por Zambayonny, poniendo en evidencia una vez más que el deporte y la cultura no tienen por que ir por carriles separados. Por si alguien recién descubre a este juglar de nuestro tiempo le recomiendo no dejen de escuchar “La Inc….” cuya letra tiene un alto vuelo poético.
Mi luz delantera se agotó justo cuando la luna nos iluminaba desde atrás, así que ver el camino fue algo mas difícil pero sobreviví y pude ver un cielo estrellado que en la Capital no se consigue. Lentamente el horizonte se fue poniendo de un color rosa naranja hasta que a las 5.49 pudimos ver la salida del sol, que siempre es un espectáculo, pero mucho mas cuando la ves desde el medio del campo y luego de casi 10 horas pedaleando.
Los últimos km fueron agotadores, con algo de viento en contra que esta altura parecía un huracán, pero que en realidad era algo más que una brisa. Por fin, llegamos a un camino de asfalto que tras 45 minutos de pedaleada nos llevó de nuevo al punto de partida. Ahora todos volvimos en coches.
A eso de las 10.30 llegué a casa, Selma estaba durmiendo y como habíamos quedado en ir a comer afuera me bañe y me quedé viendo tele porque si me acostaba no me levantaba más. A la noche vino Sole a comer pizza y le conté todo el viaje. Quiero repetirlo!!!!!