lunes, 9 de enero de 2012

Salida Nocturna, para ver las estrellas


El sábado, me desperté temprano como casi todos los días, aún cuando estoy de vacaciones, verifiqué que todo en la bici estuviera en orden y me dediqué a hacer algunos mandados, buena letra que le dicen. A eso de las 13.30 fuimos con Selma a llevar a los chicos, a Aeroparque, se iban a pasar sus vacaciones a San Paulo. Este año Selma y yo no podemos tomarnos ferias, así que los mandamos solitos a la casa de la abuela.
Como migraciones estaba un poco congestionado, el mensaje que les pedí enviaran cuando hayan pasado a la sala de pre embarque se hizo esperar un poco y yo me iba poniendo algo tenso, al ratito llamaron avisando que todo estaba OK y nos fuimos rápido a casa. Me visto, chequeo el contenido de la mochila; inflador, cámara, mini herramientas, bolsa hidratadora con cubos de hielo y botella de 1.5 litros congelada.
Cuando me pongo la mochila noto que los cubitos se me clavan en la espalda, pero bueno, hasta la estación Caballito no son tantas cuadras y no podía dejar nada en casa, de modo que arranqué así. A las 16.45 hacía mucho calor, por lo menos,….la espalda la tenia dolorida, pero fresca.
Llego al punto de encuentro antes de las 5 PM y solo había otro ciclista, en no más de 15 minutos estábamos todos, cargamos las bicis y cuatro de nosotros fuimos en tren. La verdad viajamos muy bien, hasta Moreno con aire acondicionado y todo. Como era el mayor del grupo tuve el privilegio de ir sentado casi todo el trayecto y además aprendí mucho escuchando el relato de senderito (¿será el hermano de Ana?) sobre su último viaje al sur.
Tal lo convenido llegando a Luján, lo llamo a Adrián y nos vienen a buscar en dos autos para llevarnos al punto de inicio de la travesía. Ahí compramos algo para comer en el viaje y arrancamos. Por suerte un compañero, que hasta que me aprenda el nombre llamaré, "El Mendocino" se ofreció a cargar en su alforja mi botella congelada, así que fui bastante cómodo.
Al salir de la ciudad y tomar el primer camino de tierra, me puse bastante tenso, motivos no me faltaban: era mi primer salida nocturna, el camino era bastante irregular, muy oscuro por estar bordeado de árboles, mi luz delantera tenias pocas pilas y para completarla un auto sin luces, andando despacito parecía seguirnos, lo que intranqulizó a otros tantos. Finalmente el misterioso auto dobló y no lo vimos más…
Al terminar ese camino hicimos más o menos un km por la banquina de una ruta hasta tomar un asfalto que nos llevaría al punto elegido para nuestra cena. Durante este tramo la luna estaba muy brillante y luminosa. Con éste marco, comenzamos a practicar ir con la luz delantera apagada y realmente se ve muy bien. Mientas los chiquilines hacían gala de estado físico con impresionantes embalajes, los nonos íbamos más tranqui sabiendo que la cosa recién empezaba. Sentir el aire fresco de esa noche de verano pegándome en la cara fue una sensación intensa y muy estimulante.
En el lugar elegido para nuestra cena, un pequeñísimo pueblo perdido en la llanura, nos encontramos con una fuerte música sinónimo de fiesta y a medida que nos acercábamos, ésta parecía venir de la iglesia del pueblo, sin embargo cuando llegamos comprobamos que en realidad la fiesta era al lado.
Desde la calle pudimos ver el contenido y lo que es peor, oler las emanaciones de la parrilla. Hicimos una parada frente a la puerta de entrada tratando de despertar la curiosidad y simpatía del anfitrión, y una eventual invitación, de al menos medio choripan por cabeza. Sin lograrlo, nos dirigimos a la plaza del pueblo (en frente) donde comimos alrededor del mástil, sentados en bancos y bien iluminados. Yo comí un exquisito sándwich de pan rallado frito comprado por milanesa y dado que no había donde comprar una cerveza (¿A vos te parece? Horacio) no tuve más remedio que acompañarlo con jugo de manzana, que asco!!!
Durante la sobremesa charlé un poco con Sugus, quien me contó algunas cosas de su vida y que está muy entusiasmado con su próxima operación y del apoyo recibido por gente del CAP, especialmente Adrián, Diana y Ana. Entre tanto, algunas niñas aprovecharon para volver por un rato a la infancia jugando en el subibaja y las hamacas. Luego de algo más de una hora de parada reemprendimos la marcha, al principio pasé un poco de frío porque no llevé ningún abrigo pero al rato estaba bien otra vez (igual la próxima al menos llevaré un jersey de manga larga por las dudas).
Nuestro próximo destino, un cementerio abandonado de fines del siglo XIX. Allí el grupo se dividió. Mientras algunos entramos a recorrerlo y ver entre otras cosas el lugar donde fue encontrada en otro viaje la famosa “capa negra”. Otros permanecieron en el camino, instándonos con amables expresiones a volver a pedalear lo antes posible. Aunque soy bastante agnóstico, debo reconocer que estar parado en un viejo cementerio abandonado, en medio de la noche y solo iluminado con la luz de la luna, es un tanto sobrecogedor.
Luego de la visita y tras un corto tramo de pedaleo pasamos, cerca de las 2 de la mañana, frente a un salón de fiestas del cual, ante el griterío de los chicos, los invitados salieron a ver pasar a unos locos en bicicleta. Tras un corto tramo por asfalto paramos en una YPF a tomar algo. Algunos optaron por el aire acondicionado de adentro y otros en las mesitas al aire libre con vista a la playa (de surtidores). Un sanguche de salame y queso y Red Bull, a falta de birra para mantenerme despierto, fue mi menú en esta parada.
Durante el regreso, varios jovencitos mostraron evidentes signos de agotamiento, mientras los veteranos nos manteníamos relativamente bien, o sea, estábamos casi tan arruinados como habíamos comenzado la travesía. En esta ocasión el único que pinchó y no una sino dos veces fue Adrián. Durante la segunda detención por las pinchaduras de Adrián, alguien del grupo, nos deleitó con “Soy Superman” de y por Zambayonny, poniendo en evidencia una vez más que el deporte y la cultura no tienen por que ir por carriles separados. Por si alguien recién descubre a este juglar de nuestro tiempo le recomiendo no dejen de escuchar “La Inc….” cuya letra tiene un alto vuelo poético.
Mi luz delantera se agotó justo cuando la luna nos iluminaba desde atrás, así que ver el camino fue algo mas difícil pero sobreviví y pude ver un cielo estrellado que en la Capital no se consigue. Lentamente el horizonte se fue poniendo de un color rosa naranja hasta que a las 5.49 pudimos ver la salida del sol, que siempre es un espectáculo, pero mucho mas cuando la ves desde el medio del campo y luego de casi 10 horas pedaleando.
Los últimos km fueron agotadores, con algo de viento en contra que esta altura parecía un huracán, pero que en realidad era algo más que una brisa. Por fin, llegamos a un camino de asfalto que tras 45 minutos de pedaleada nos llevó de nuevo al punto de partida. Ahora todos volvimos en coches.
A eso de las 10.30 llegué a casa, Selma estaba durmiendo y como habíamos quedado en ir a comer afuera me bañe y me quedé viendo tele porque si me acostaba no me levantaba más. A la noche vino Sole a comer pizza y le conté todo el viaje. Quiero repetirlo!!!!!

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