martes, 31 de enero de 2012

SALIDA A ECO EXTREME CON AMIGOS DEL PEDAL (la ley seca)

La salida a Eco Extreme pintaba interesante. Así que, siendo la última de enero, no podía faltar y no lo hice. Salí de casa con tanta anticipación a la hora señalada, que hasta tuve tiempo de dar un par de vueltas al Rosedal, luego tomar la bicisenda de Av. del Libertador hasta Montevideo y entrenarme un poco en ascensos, en esa ciclovía protegida. Finalmente, al llegar a la avenida Santa Fe, me dirigí pedaleando muy tranqui a la Estación Retiro del ferrocarril San Martín.

Aunque a los más jóvenes les cueste creerlo, para casi todos aquellos que hemos superado la barrera de los 50, en mi caso largamente, el tren ha marcado algún momento importante en nuestra infancia o juventud. Varios episodios memorables, cuyo relato dejo para otra oportunidad, me sucedieron arriba de trenes. Sin embargo “El Tren” de mi infancia, fue sin lugar a dudas el San Martín; recuerdo esos largos viajes a Diego de Alvear, muchas veces en los duros asientos de madera de la segunda clase y las interminables paradas en Junín donde el tren se detenía a “tomar agua”.

Y acá estaba abordándolo de nuevo, casi 50 años después. Rápidamente llenamos el furgón trasero con nuestras bicicletas, por lo que Horacio tuvo que avisar a quienes nos esperaban en Villa del Parque que traten de subirse en el furgón delantero y así lo hicieron. El viaje fue tranquilo, aunque duró algo más de lo que yo esperaba. Viajé casi todo el tiempo parado, finalmente me senté cuando el tren abandonaba la estación “Sol y Verde”, la cual no formaba parte de mis recuerdos y luego supe, tiene poco más de cinco años de inaugurada.

Al llegar a Pilar nos dirigimos hacia un camino paralelo a la Panamericana que, tras una pequeña rotonda y el cruce de un puente, nos llevó a la propia autopista por cuya banquina debimos transitar algo más de 1 km hasta la bajada del Parque Industrial. Ya a esa altura el calor era intenso y asi seguiría por el resto de la jornada

A poco de llegar a nuestro destino, en distintos grupos, nos dirigimos al circuito. Un bosque tupido y muy bien señalizado en el cual flechas de distintos colores, indican la dificultad del trazado. A menos de dos centenares de metros del comienzo del sendero celeste, el más fácil como es obvio, me encontré con una subida de cierta importancia y una banda de ciclistas detenidos por lo cual tuve que desmontar y seguir caminando hasta que la geografía me permitiese volver al pedaleo.

En una nueva vuelta al circuito casi logro mi cometido, pero volví a encontrarme a una serie compañeros en desgracia, esparcidos por la cuesta. Recién en el tercer intento, pude superar el escollo pedaleando. Este simple y minúsculo logro me demandó unos 10 km de pedaleo por senderos dentro del bosque y comprobé que este tipo de conducción exige un esfuerzo superior a cualquier camino rural de los que haya transitado hasta ahora.

Luego del almuerzo que compartimos, bajo un árbol cercano a la única edificación del lugar, encaramos nuevamente los senderos. Esta vez acometí, totalmente decidido, un trayecto para ciclistas “avanzados”. Al llegar a un claro del bosque apareció el primer obstáculo que, de lejos, no me pareció demasiado comprometido, aunque había sido la causa de un ligero embotellamiento de ciclistas ante las lógicas dudas de algunos.

Ya con el camino expedito, encaro el obstáculo como si supiera y al llegar a la cima del primer montículo me encuentro con una suerte de montaña rusa de gran pendiente y carente de otra posibilidad me deslicé barranca a bajo. Con el corazón latiendo a mil y sobredosis de adrenalina, superé la subida también de fuerte pendiente, luego hice unos cuantos metros por una parte más tranquila de la senda y mientras mis signos vitales volvían lentamente a la normalidad, repasé mentalmente los hechos.

Entonces, decidí bajarme de la bici para continuar mi camino con los pies en la tierra, al menos por una vez en mi vida,hasta encontrar una flecha celeste que me llevara por itinerarios menos tortuosas. Afortunadamente, esa flecha salvadora estaba cerca y pude recomponerme y disfrutar del paseo. Por un rato pensé, “esto no es lo mi” y continúe pensando, “tendría que haber arrancado a los 30 y no a los 59” pero, ... fue entonces cuando recordé algo que hace unos días posteó Ana “Aunque nadie puede volver atrás y lograr un nuevo comienzo, cualquiera puede empezar ahora y lograr un nuevo final” y me estaba divirtiendo así que valió la pena el riesgo.

El predio es realmente lindo y la vegetación impresionante. Cuenta, además, con algunas pasarelas de madera muy interesantes y hasta un puente colgante que atravesé cargando mi bicicleta al hombro. Ojo, no fue por temor al desfío sino como una muestra de gratitud a los tantos km que ella me ha cargado a mí.

Luego del mediodía la desoladora imagen de la heladera, caracterizada por la ausencia de total de cerveza, solo provista de sprite, coca cero y otros líquidos difíciles de digerir, no pudo al menos en mi caso, ser superada por la falta absoluta de agua en todo el predio que nos impidió refrescarnos al final de nuestra estadía.

Sin agua y casi agotados por las recorridas, a eso de las 4 de la tarde, comenzamos el regreso. El calor apretaba todavía, pero algunas nubes hicieron algo más tolerable nuestra vuelta a casa. A esa altura, llevaba consumidos unos cinco litros de líquido y durante el viaje sumé otros dos, en lo que puedo considerar mi récord para una salida. De Stella ni hablar, faltó logística esta vez (igual te perdono Horacio, nadie es perfecto)

Promediando el camino de regreso, cuando faltaban todavía más de 20 km para la General Paz la imagen del grupo era francamente lamentable: agotados, sedientos, cubiertos de tierra y empapados de sudor. En fin, ... nada en nosotros parecía tener algún punto de contacto con el disfrute. Fue entonces cuando me pareció que, un viandante, nos miraba con cierto dejo de pena al vernos en semejante estado. No puede confirmarlo, pero si en realidad experimentó ese sentimiento hacia nosotros, seguro que jamás anduvo en bicicleta, ...... ¡ pobrecito !!!!!!!!!!!!!!!

martes, 24 de enero de 2012

Villa Elisa - Domselaar - Alejandro Korn


Desde hace muchos días tenia pensado participar de esta salida, pero era un secreto entre mi Trek y yo. Mi licencia mensual para pedaleos largos, había expirado en la nocturna del 7 de enero, así que algo había que hacer....

El jueves, aprovechando mis vacaciones (urbanas por necesidad) y la ausencia de los chicos, invité a Selma a almorzar al Bar Gijón, antológico bodegón de Buenos Aires. Fue allí, que entre la media de rabas y el bife de chorizo completo, deslicé como al pasar “el domingo tengo ganas de ir a la salida de Amigos”. Comprensiva; Selma me dice,... bueno son tus vacaciones así que si lo disfrutas andá y andé.

Siguiendo la recomendación de llevar mucha agua, el sábado preparé dos litros de jugo en pequeños cubitos, para meter en el Camelback y mandé una Gatorade al frezeer, a modo de reserva estratégica. Con eso, más una birra al mediodía no me podía faltar liquido, …. al menos eso pensé.

El domingo, arranqué 7,45 con la intención de llegar a Constitución sin transpirar. Así que a un ritmo muy tranqui fui bajando por Belgrano. A esa hora del domingo, daba gusto pedalear por allí, la mañana estaba fresca y casi no había autos en la calle. Llegando a la 9 de Julio la veo a Diana. Al doblar en Lima la alcanzo y avanzamos juntos hasta que llegando a Plaza Cosntiución, nos encontramos a Pedro (hasta la semana pasada El Mendocino) y dos ciclistas más. Serian las 8,10 cuando llegamos a la estación.

Un rato antes de la hora prevista para la partida, 25 intrépidos, nos dirigimos hacia el andén 12 y para nuestra sorpresa comprobamos que, justo ese tren, carecía de furgón. Así, que nos acomodamos como pudimos en el primer vagón. Pedro, Capilla y yo nos ubicamos bien adelante y el resto cerca de la segunda puerta.

Al llegar a Villa Elisa, los de adelante bajamos rápido y le hicimos señas al maquinista para que nos aguante a que bajasemos todas las bicis. Con buena onda, accedió. Luego nos dirigimos a una estación de servicio a comprar algo y atender eventuales llamados de la naturaleza pero, como pasa fecuentemente en la city, ésta había cerrado, lo que nos obligó a pedalear un poco más hasta una Shell, donde hicimos algunas compras.

Durante el viaje en tren especulábamos con Capilla, si la lluvia de la semana habría contribuido a asentar el polvo que nos acompañó durante toda la nocturna. Al dejar atrás el tramo asfaltado de la calle 49 (Arana, creo que se llama) tuvimos la contundente respuesta,…. NOOOO!!

A los pocos Km. de tomar la tierra y cuando todavía estábamos todos fresquitos un señor que estaba arreglando el cerco vivo de una casa, nos hizo dedo y nos saludó alegremente con algo así como “good trip beautifull people” claro que si con ese mismo individuo nos hubiéramos Cruzado llegando a Alejandro Korn, su actitud hubiese sido bien otra.

Para nuestro deleite, el camino estaba tan irregular que arriba de nuestras bicis temblábamos de tal manera que nos castañeteaban los dientes. Alguien gritó, … “este camino me va a hacer caer los dientes”. Respuesta inmediata “usá un poco mas de Corega” de la risa casi me caigo de la bici.

Al rato las condiciones del camino mejoraron bastante y casi sin tropiezos, llegamos al cruce con la Ruta 2. Si atravesar esta ruta, con cualquier medio de locomoción nunca fue fácil, pretender hacerlo un 15 de Enero al mediodía era casi una utopía, … pero con precaución y paciencia cruzamos todos sin novedad.

Luego del cruce, hicimos algunas paradas técnicas obligadas y si bien el sol ya apretaba un poco, la sombra de algunos arbustos resultaba suficiente para guarecernos. Algunos tramos del camino, más allá de la sequia, mostraban lo dañinos que podemos ser los hombres con nuestra pequeña casa en el universo. Botellas plásticas, bolsas de nylon y cadáveres de autos robados,, nos acompañaron durante los primeros tramos del camino. Sendero me consoló,..... de noche el paisaje es igual, solo que no lo vemos. ja!

Llegamos a Domselaar luego de un par de caídas, la mas grave justo antes de cruzar la via, pero por suerte solo unos raspones, al menos eso creo. Ya en el pueblo, algunos se detuvieron a comprar vituallas en la feria, mientras otros nos dirigimos hacia el parador vecino al Castillo Guerrero, donde pude comprar dos sándwiches de crudo y queso y una Stella de litro que me ayudó a prevenir la deshidratación.

Luego de una pausa de casi dos horas, ya todos con las pilas recargadas,... en mi caso de cerveza, arrancó la segunda parte de la travesía. Hasta ese punto, el viaje había sido fácil y nada parecido a un mini Dakar en bici, como alguien mencionó al salir de Villa Elisa.

Pero, …. a poco de partir y tras no más de cinco Km. bajo un ardiente sol de Enero, me empecé a cuestionar la permisividad de Selma. Al fin y al cabo alguien cuerdo debe haber en una pareja y en esta ocasiòn le tocaba a ella. Si me hubiera negado el permiso, como estadísticamente correspondia, hubiéramos discutido un poco, ... pero ahora, estaria en casa, tomándome una caiphirina bajo el aire acondicionado y no hecho un escalope viviente y en encima sin condimento.

A pesar del clima hostil por lo torrido, nada grave por suerte, pasó en el camino de regreso. Solo algunos desperfectos mecánicos menores y pinchaduras, siempre al rayo del sol. Porqué no pinchan al la sombra, espetó alguien. Porque no hay, respondió desalentado otro. Faltando unos 20 km agoté mis reservas de la Camelback y recurrí a la botella de emergencia, que hasta hoy nunca había utilizado en salida alguna. Diez kilometros más tarde empiné el último trago y por un momento me sentí el protagonista de “Cuero Crudo”

Llegadmoa a Alejandro Korn sedientos, pero con tiempo suficiente para tomar algo antes de la salida del tren. Opté por una Iguana, lo que me valió una reprimenda de Horacio, pero…. al rato me imitó porque la única botella verde que estaba a la venta en el Drugstore era de Sprite, así que Iguana a falta de Stella es mejor que Sprite.

Luego de un corto viaje en tren (eléctrico, que maravilla), nos dividimos al llegar a Constitución. Algunos volvimos por Carlos Calvo y otro arrancaron para el Centro. A medida que avanzábamos hacia el oeste el grupo se fue desgranando y al llegar a Virrey Liniers doblé hacia la derecha para Almagro.

Al llegar me metí bajo la ducha fría, que placer …. Me relajo, miro el piso y noto que el agua que escurre de mi cuerpo es color café con leche. Desde que era chico que no acumulaba tanta mugre en tan poco tiempo,.... Bueno, salvo en la nocturna del sábado pasado,  pero aquella noche tambien fui un chico.

lunes, 9 de enero de 2012

Salida Nocturna, para ver las estrellas


El sábado, me desperté temprano como casi todos los días, aún cuando estoy de vacaciones, verifiqué que todo en la bici estuviera en orden y me dediqué a hacer algunos mandados, buena letra que le dicen. A eso de las 13.30 fuimos con Selma a llevar a los chicos, a Aeroparque, se iban a pasar sus vacaciones a San Paulo. Este año Selma y yo no podemos tomarnos ferias, así que los mandamos solitos a la casa de la abuela.
Como migraciones estaba un poco congestionado, el mensaje que les pedí enviaran cuando hayan pasado a la sala de pre embarque se hizo esperar un poco y yo me iba poniendo algo tenso, al ratito llamaron avisando que todo estaba OK y nos fuimos rápido a casa. Me visto, chequeo el contenido de la mochila; inflador, cámara, mini herramientas, bolsa hidratadora con cubos de hielo y botella de 1.5 litros congelada.
Cuando me pongo la mochila noto que los cubitos se me clavan en la espalda, pero bueno, hasta la estación Caballito no son tantas cuadras y no podía dejar nada en casa, de modo que arranqué así. A las 16.45 hacía mucho calor, por lo menos,….la espalda la tenia dolorida, pero fresca.
Llego al punto de encuentro antes de las 5 PM y solo había otro ciclista, en no más de 15 minutos estábamos todos, cargamos las bicis y cuatro de nosotros fuimos en tren. La verdad viajamos muy bien, hasta Moreno con aire acondicionado y todo. Como era el mayor del grupo tuve el privilegio de ir sentado casi todo el trayecto y además aprendí mucho escuchando el relato de senderito (¿será el hermano de Ana?) sobre su último viaje al sur.
Tal lo convenido llegando a Luján, lo llamo a Adrián y nos vienen a buscar en dos autos para llevarnos al punto de inicio de la travesía. Ahí compramos algo para comer en el viaje y arrancamos. Por suerte un compañero, que hasta que me aprenda el nombre llamaré, "El Mendocino" se ofreció a cargar en su alforja mi botella congelada, así que fui bastante cómodo.
Al salir de la ciudad y tomar el primer camino de tierra, me puse bastante tenso, motivos no me faltaban: era mi primer salida nocturna, el camino era bastante irregular, muy oscuro por estar bordeado de árboles, mi luz delantera tenias pocas pilas y para completarla un auto sin luces, andando despacito parecía seguirnos, lo que intranqulizó a otros tantos. Finalmente el misterioso auto dobló y no lo vimos más…
Al terminar ese camino hicimos más o menos un km por la banquina de una ruta hasta tomar un asfalto que nos llevaría al punto elegido para nuestra cena. Durante este tramo la luna estaba muy brillante y luminosa. Con éste marco, comenzamos a practicar ir con la luz delantera apagada y realmente se ve muy bien. Mientas los chiquilines hacían gala de estado físico con impresionantes embalajes, los nonos íbamos más tranqui sabiendo que la cosa recién empezaba. Sentir el aire fresco de esa noche de verano pegándome en la cara fue una sensación intensa y muy estimulante.
En el lugar elegido para nuestra cena, un pequeñísimo pueblo perdido en la llanura, nos encontramos con una fuerte música sinónimo de fiesta y a medida que nos acercábamos, ésta parecía venir de la iglesia del pueblo, sin embargo cuando llegamos comprobamos que en realidad la fiesta era al lado.
Desde la calle pudimos ver el contenido y lo que es peor, oler las emanaciones de la parrilla. Hicimos una parada frente a la puerta de entrada tratando de despertar la curiosidad y simpatía del anfitrión, y una eventual invitación, de al menos medio choripan por cabeza. Sin lograrlo, nos dirigimos a la plaza del pueblo (en frente) donde comimos alrededor del mástil, sentados en bancos y bien iluminados. Yo comí un exquisito sándwich de pan rallado frito comprado por milanesa y dado que no había donde comprar una cerveza (¿A vos te parece? Horacio) no tuve más remedio que acompañarlo con jugo de manzana, que asco!!!
Durante la sobremesa charlé un poco con Sugus, quien me contó algunas cosas de su vida y que está muy entusiasmado con su próxima operación y del apoyo recibido por gente del CAP, especialmente Adrián, Diana y Ana. Entre tanto, algunas niñas aprovecharon para volver por un rato a la infancia jugando en el subibaja y las hamacas. Luego de algo más de una hora de parada reemprendimos la marcha, al principio pasé un poco de frío porque no llevé ningún abrigo pero al rato estaba bien otra vez (igual la próxima al menos llevaré un jersey de manga larga por las dudas).
Nuestro próximo destino, un cementerio abandonado de fines del siglo XIX. Allí el grupo se dividió. Mientras algunos entramos a recorrerlo y ver entre otras cosas el lugar donde fue encontrada en otro viaje la famosa “capa negra”. Otros permanecieron en el camino, instándonos con amables expresiones a volver a pedalear lo antes posible. Aunque soy bastante agnóstico, debo reconocer que estar parado en un viejo cementerio abandonado, en medio de la noche y solo iluminado con la luz de la luna, es un tanto sobrecogedor.
Luego de la visita y tras un corto tramo de pedaleo pasamos, cerca de las 2 de la mañana, frente a un salón de fiestas del cual, ante el griterío de los chicos, los invitados salieron a ver pasar a unos locos en bicicleta. Tras un corto tramo por asfalto paramos en una YPF a tomar algo. Algunos optaron por el aire acondicionado de adentro y otros en las mesitas al aire libre con vista a la playa (de surtidores). Un sanguche de salame y queso y Red Bull, a falta de birra para mantenerme despierto, fue mi menú en esta parada.
Durante el regreso, varios jovencitos mostraron evidentes signos de agotamiento, mientras los veteranos nos manteníamos relativamente bien, o sea, estábamos casi tan arruinados como habíamos comenzado la travesía. En esta ocasión el único que pinchó y no una sino dos veces fue Adrián. Durante la segunda detención por las pinchaduras de Adrián, alguien del grupo, nos deleitó con “Soy Superman” de y por Zambayonny, poniendo en evidencia una vez más que el deporte y la cultura no tienen por que ir por carriles separados. Por si alguien recién descubre a este juglar de nuestro tiempo le recomiendo no dejen de escuchar “La Inc….” cuya letra tiene un alto vuelo poético.
Mi luz delantera se agotó justo cuando la luna nos iluminaba desde atrás, así que ver el camino fue algo mas difícil pero sobreviví y pude ver un cielo estrellado que en la Capital no se consigue. Lentamente el horizonte se fue poniendo de un color rosa naranja hasta que a las 5.49 pudimos ver la salida del sol, que siempre es un espectáculo, pero mucho mas cuando la ves desde el medio del campo y luego de casi 10 horas pedaleando.
Los últimos km fueron agotadores, con algo de viento en contra que esta altura parecía un huracán, pero que en realidad era algo más que una brisa. Por fin, llegamos a un camino de asfalto que tras 45 minutos de pedaleada nos llevó de nuevo al punto de partida. Ahora todos volvimos en coches.
A eso de las 10.30 llegué a casa, Selma estaba durmiendo y como habíamos quedado en ir a comer afuera me bañe y me quedé viendo tele porque si me acostaba no me levantaba más. A la noche vino Sole a comer pizza y le conté todo el viaje. Quiero repetirlo!!!!!