sábado, 3 de enero de 2015

SALIDA EXPRESS AL PARANÁ DE LAS PALMAS (Escobar)


Con el fin de entrenar un poco para mi próxima travesía por el sur, el 24 antes de los efluvios de la noche buena, publiqué una invitación por facebook para aprovechar el feriado puente y hacer una pedaleada matutina hasta San Fernado o Tigre, picar algo ligero allí y volver a casa a disfurtar del aire acondicionado.
Al día siguiente se prendió Wally que publicó en su muro una invitación mas formal con hora y punto de encuentro y una frase ambigua que les transcribo “La idea es llegar hasta donde sea con dirección norte” a la cual al principio no le asigné demasiada importancia, pero ex post puedo afirmar que la misma no fue inocente ni casual sino que encerraba un plan cuidadosamente preconcebido.
Hacia la noche del 25 muchos nos habian desado suerte pero solo confirmaron su presencia Carolina y Eduardo, pensé que nosotros cuatro ibamos a ser únicos participantes de la salida express. A la hora prevista, 8,45 am, llego al punto de encuentro en el cual estaban Wally y Pablo. Al rato llegó Marcelo, luego Horacio y Gustavo. Ya sobre la hora llegaron Eduardo y Carolina. El grupo se había duplicado.
Antes de iniciar la pedaleada, alguien preguntó “a donde vamos a ir” y fue ahí cuando Wally, poniendo su mejor cara de “yo no fui” dijo que, … que bueno que ibamos para el norte y luego vemos “porque hay un lugar muy piola, en Escobar, El Paraná de las Palmas, pero ustedes no llegan ni mamados”
¿Cuantos kilómetros? Pregunto
Cincuenta y cinco, responde, todo asfalto.
Si no somos capaces de hacer, 110 km por asfalto mejor nos quedamos en casa viendo tele respondo.
Bueno, 55 por la colectora y desde Balbín y General Paz. Por el camino de los remeros es un un poquito más largo pero también más lindo.
Sin un punto de llegada totalmente consensuado, se acordó salir para el norte y evaluar sobre la marcha tres destinos alternativos: Tigre, Villa La Ñata y Paraná de Las Palmas en Escobar. El grupo aceptó la propuesta y arrancamos por Libertador rumbo a la General Paz, luego de cruzarla doblamos hacia la colctora de la Panamericana y por ésta fuimos casi hasta Tigre, destino que esta vez fue descartado por unanimidad.
Antes del ingreso a esa ciudad, desde la Panamericana, doblamos para tomar el camino de los remeros, pero por esas extrañezas de la toponimia, en todo el trayecto no nos cruzamos con ninguno, aunque si con varios ciclistas, caminantes y pescadores. Durante todo este trayecto el calor fue agobiante y algunos ciclistas parecian quedarse muy atrás respecto del resto del grupo, quizás por los efectos deletéreos del los brindis de fin de año, que habitualmente arrancan el 15 de diciembre, o por otras razones que no estimo prudente analzar ahora.
Dejamos atrás el camino de los remeros y a la altura de Nordelta, tomamos rumbo a Villa La Ñata, histórico destino de salidas ciclísticas y plan B obligado cuando el barro no nos permite abandonar el asfalto. Al llegar a la última rotonda -que hacia la derecha nos lleva a la villa y hacia la izquierda a Maschwit- y bajo una incipiente lluvia se realizó la última consulta para que el grupo decida si se dirigia a La Ñata o ponía stend con dirección al Paraná de Las Palmas en Escobar.
Vistas las condiciones del tiempo y el dispar rendimiento de algunos ciclistas y cilistas, varios planteamos que lo mejor sería ir a La Ñata, comer una buenas pastas en el lugar y retornar a Buenos Aires temprano, pero como nos pasa en casa, la última palabra la tuvo una dama. Carolina dijo “yo vine para ir a Escobar” y se acabó la discusión allá fuimos.
Un track en el GPS de Caludio W, supuestamente subido a la web por Ale Polvorines, era el único vinculo, entre nuestra actual posición y nuestro destino final. Así que nos encolumnamos tras nuestro tecnológico guia suplicando que el track fuese real y no “a fake one” como muchas cosas que pululan por la web.
El primer tramo del camino, fue una cinta asfaltica serpenteante que nos llevó por una sucesión de barrios privados en medio de una lluvia que se tornaba más y más intensa a medida que pasaba el tiempo. Bajo la lluvia tomé conciencia que estabamos transitando por uno de los lugares que junto con el calentamiento global y el incremento de las precipitaciones, generan las cada vez mas frecuentes inundaciones en la cuenca media y alta de rios como el Luján o el Reconquista. Allí, donde antes habia bañados solo aptos para asiento de juncos, nutrias y aves zancudas, que acogían los caudales excendentes, hoy vemos casas mediterraneas, canchas de golf y lagos artificiales …. naturaleza muerta que le dicen.
A llegar a un centro comercial estratégicamente ubicado entre varios barrios cerrados, ingresamos a comprar algo para tomar, dejar lo que habiamos tomado antes en el lugar correcto y comprar pilas para el GPS porque nuestro guía adivirtió que las que tenia puestas no durarian hasta alcanzar el destino final y en ese caso el riesgo de perdernos aumentaba exponencialmente. Wally no encontró ningún local que vendiera pilas, pero por suerte Carolina enterada del problema buscó en su portaequipajes y halló un par que serian utilizadas al poco rato.
A poco de retomar la marcha el camino hace una curva pronunciada, tan pronunciada que me da la sensación de estar volviendo, en esas elucubraciones estoy cuando de buenas a primeras se acaba el asfalto, allende el asfalto no hay huella, sendero ni nada y el track parece marcar rumbo a la mierda y no es ahí donde queremos ir. Por suerte alguien se acuerda haber pasado por allí hace mucho y que habia unos puentes, así recobramos la confianza en el track y allá fuimos.
Cruzar esos tres puentes, sobre las vias de un tren que desconozco si funciona, fue como viajar de un país a otro, un pasaje instantáneo desde la Play III a la pelota de trapo, del Jet Sky a la canoa de chapa, una travesía desde el sushi a la polenta sin queso, una pedaleada entre dos Argentinas que están ahí, tan lejos y a la vez tan cerca.
Luego de dejar atrás el humilde caserío, ahora ya por caminos de tierra, llegamos hasta el puente techado de Maschwit y luego de las fotos de rigor, le preguntamos a unos pibes que venian de pescar mojarritas; si para adelante estaba el rio; “No” fue la respuesta pero igual seguimos adelante, ya totalmente entregados a los designios del GPS.
A esa altura de la jornada el sol había vuelto a asomar y la elevadísima humedad parecia decidida a cocernos al vapor, eran casi las 2 de la tarde cuando al final de una suave pero casi interminable subida nos encontramos al borde de la barranca que desciende al Paraná. Al parecer habíamos llegado, sin embargo aún faltaba la ruta 25, o lo que queda de ella. Ésta logró convertir a nuestras bicis en una suerte de manada errante de toros mecánicos sobre ruedas, tal los corcoveos que la destruida calzada provocaba en nuestras máquinas. No obstante, todos logramos sortearla sin otro contratiempo, que nuestra hambre y nuestra sed que a esa altura eran desmedidas.
Tras un par intentos fallidos de almozar en algún restaurante y pinchadura de por medio, recalamos en un recreo ribereño, próximo al cementerio de barcos del lugar, donde armamos una improvisada mesa bajo un quincho repleto a causa de la lluvia. Tras unos sandwiches de milanesa -muy buenos- cerveza para hidratarnos y un corto descanso emprendimos el regreso por el camino más corto, que nos llevaria por tierra hasta Maswicht y luego a Capital por la colectora de la Panamericana.
En el camino de vuelta mi necesidad impostergable de una parada técnica, nos permitió descubrir el ingreso al camino que lleva al camping “El Barba” el cual seguramente visitaremos en una próxima travesia. Ya en la cima de la barranca, tomamos a la izquierda en dirección a Maschwit y de allí a la colectora. Solo faltaban unos 45 km de asfalto para llegar a casa. La noche nos econtró pedalenado y como no habia llevado luces porque la idea era volver temprano, recurrí a unas cintas reflectantes que tenia en la mochila para ser visto por los automovilistas.
Pasando la General Paz y tras algo más de 130 km pedaleando juntos, el grupo se dividió y a partir de Congreso y Triunvirato seguí solo rumbo a Corrientes. -Voy a aprovechar y pasar a ver la estatua del Flaco Spinetta que está cerca de la estación del tren, pensé, pero tal era el cansancio que cinco cuadras después no me acordé del tema y pasé por ahi a toda velocidad -que a esa altura no superaba los 20 km/hora- como si estuviese transitando esas “rutas argentinas hasta el fin”.
Mientras escribía esto, no pude dejar de sentir un poco de envidia del cuarteto que el 2 de Enero encaró el camino Royero por Ribera-Marcos Paz, propuesto por Waly hace unos días. Me fue imposible acompañarlos, porque se me complicaba dejar sola a la perra. Pero sobre todo “Devido” a la falta de energía eléctrica y en cosecuencia de agua en mi departamento que ya es un clásico de todos los veranos. El lado bueno es que no tendrán que aguantar, al menos de mi parte, el relato de ese circuito.


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