Con el fin de entrenar un poco para mi próxima travesía por el sur, el
24 antes de los efluvios de la noche buena, publiqué una invitación por
facebook para aprovechar el feriado puente y hacer una pedaleada
matutina hasta San Fernado o Tigre, picar algo ligero allí y volver a
casa a disfurtar del aire acondicionado.
Al día siguiente se
prendió Wally que publicó en su muro una invitación mas formal con hora y
punto de encuentro y una frase ambigua que les transcribo “La idea es
llegar hasta donde sea con dirección norte” a la cual al principio no le
asigné demasiada importancia, pero ex post puedo afirmar que la misma
no fue inocente ni casual sino que encerraba un plan cuidadosamente
preconcebido.
Hacia la noche del 25 muchos nos habian desado
suerte pero solo confirmaron su presencia Carolina y Eduardo, pensé que
nosotros cuatro ibamos a ser únicos participantes de la salida express.
A la hora prevista, 8,45 am, llego al punto de encuentro en el cual
estaban Wally y Pablo. Al rato llegó Marcelo, luego Horacio y Gustavo.
Ya sobre la hora llegaron Eduardo y Carolina. El grupo se había
duplicado.
Antes de iniciar la pedaleada, alguien preguntó “a
donde vamos a ir” y fue ahí cuando Wally, poniendo su mejor cara de “yo
no fui” dijo que, … que bueno que ibamos para el norte y luego vemos
“porque hay un lugar muy piola, en Escobar, El Paraná de las Palmas,
pero ustedes no llegan ni mamados”
¿Cuantos kilómetros? Pregunto
Cincuenta y cinco, responde, todo asfalto.
Si no somos capaces de hacer, 110 km por asfalto mejor nos quedamos en casa viendo tele respondo.
Bueno, 55 por la colectora y desde Balbín y General Paz. Por el camino
de los remeros es un un poquito más largo pero también más lindo.
Sin un punto de llegada totalmente consensuado, se acordó salir para el
norte y evaluar sobre la marcha tres destinos alternativos: Tigre,
Villa La Ñata y Paraná de Las Palmas en Escobar. El grupo aceptó la
propuesta y arrancamos por Libertador rumbo a la General Paz, luego de
cruzarla doblamos hacia la colctora de la Panamericana y por ésta fuimos
casi hasta Tigre, destino que esta vez fue descartado por unanimidad.
Antes del ingreso a esa ciudad, desde la Panamericana, doblamos para
tomar el camino de los remeros, pero por esas extrañezas de la
toponimia, en todo el trayecto no nos cruzamos con ninguno, aunque si
con varios ciclistas, caminantes y pescadores. Durante todo este
trayecto el calor fue agobiante y algunos ciclistas parecian quedarse
muy atrás respecto del resto del grupo, quizás por los efectos
deletéreos del los brindis de fin de año, que habitualmente arrancan el
15 de diciembre, o por otras razones que no estimo prudente analzar
ahora.
Dejamos atrás el camino de los remeros y a la altura de
Nordelta, tomamos rumbo a Villa La Ñata, histórico destino de salidas
ciclísticas y plan B obligado cuando el barro no nos permite abandonar
el asfalto. Al llegar a la última rotonda -que hacia la derecha nos
lleva a la villa y hacia la izquierda a Maschwit- y bajo una incipiente
lluvia se realizó la última consulta para que el grupo decida si se
dirigia a La Ñata o ponía stend con dirección al Paraná de Las Palmas en
Escobar.
Vistas las condiciones del tiempo y el dispar
rendimiento de algunos ciclistas y cilistas, varios planteamos que lo
mejor sería ir a La Ñata, comer una buenas pastas en el lugar y retornar
a Buenos Aires temprano, pero como nos pasa en casa, la última
palabra la tuvo una dama. Carolina dijo “yo vine para ir a Escobar” y
se acabó la discusión allá fuimos.
Un track en el GPS de Caludio
W, supuestamente subido a la web por Ale Polvorines, era el único
vinculo, entre nuestra actual posición y nuestro destino final. Así que
nos encolumnamos tras nuestro tecnológico guia suplicando que el track
fuese real y no “a fake one” como muchas cosas que pululan por la web.
El primer tramo del camino, fue una cinta asfaltica serpenteante que
nos llevó por una sucesión de barrios privados en medio de una lluvia
que se tornaba más y más intensa a medida que pasaba el tiempo. Bajo la
lluvia tomé conciencia que estabamos transitando por uno de los lugares
que junto con el calentamiento global y el incremento de las
precipitaciones, generan las cada vez mas frecuentes inundaciones en la
cuenca media y alta de rios como el Luján o el Reconquista. Allí, donde
antes habia bañados solo aptos para asiento de juncos, nutrias y aves
zancudas, que acogían los caudales excendentes, hoy vemos casas
mediterraneas, canchas de golf y lagos artificiales …. naturaleza
muerta que le dicen.
A llegar a un centro comercial
estratégicamente ubicado entre varios barrios cerrados, ingresamos a
comprar algo para tomar, dejar lo que habiamos tomado antes en el lugar
correcto y comprar pilas para el GPS porque nuestro guía adivirtió que
las que tenia puestas no durarian hasta alcanzar el destino final y en
ese caso el riesgo de perdernos aumentaba exponencialmente. Wally no
encontró ningún local que vendiera pilas, pero por suerte Carolina
enterada del problema buscó en su portaequipajes y halló un par que
serian utilizadas al poco rato.
A poco de retomar la marcha el
camino hace una curva pronunciada, tan pronunciada que me da la
sensación de estar volviendo, en esas elucubraciones estoy cuando de
buenas a primeras se acaba el asfalto, allende el asfalto no hay huella,
sendero ni nada y el track parece marcar rumbo a la mierda y no es ahí
donde queremos ir. Por suerte alguien se acuerda haber pasado por allí
hace mucho y que habia unos puentes, así recobramos la confianza en el
track y allá fuimos.
Cruzar esos tres puentes, sobre las vias
de un tren que desconozco si funciona, fue como viajar de un país a
otro, un pasaje instantáneo desde la Play III a la pelota de trapo, del
Jet Sky a la canoa de chapa, una travesía desde el sushi a la polenta
sin queso, una pedaleada entre dos Argentinas que están ahí, tan lejos y
a la vez tan cerca.
Luego de dejar atrás el humilde caserío,
ahora ya por caminos de tierra, llegamos hasta el puente techado de
Maschwit y luego de las fotos de rigor, le preguntamos a unos pibes que
venian de pescar mojarritas; si para adelante estaba el rio; “No” fue la
respuesta pero igual seguimos adelante, ya totalmente entregados a los
designios del GPS.
A esa altura de la jornada el sol había vuelto
a asomar y la elevadísima humedad parecia decidida a cocernos al vapor,
eran casi las 2 de la tarde cuando al final de una suave pero casi
interminable subida nos encontramos al borde de la barranca que
desciende al Paraná. Al parecer habíamos llegado, sin embargo aún
faltaba la ruta 25, o lo que queda de ella. Ésta logró convertir a
nuestras bicis en una suerte de manada errante de toros mecánicos sobre
ruedas, tal los corcoveos que la destruida calzada provocaba en nuestras
máquinas. No obstante, todos logramos sortearla sin otro contratiempo,
que nuestra hambre y nuestra sed que a esa altura eran desmedidas.
Tras un par intentos fallidos de almozar en algún restaurante y
pinchadura de por medio, recalamos en un recreo ribereño, próximo al
cementerio de barcos del lugar, donde armamos una improvisada mesa bajo
un quincho repleto a causa de la lluvia. Tras unos sandwiches de
milanesa -muy buenos- cerveza para hidratarnos y un corto descanso
emprendimos el regreso por el camino más corto, que nos llevaria por
tierra hasta Maswicht y luego a Capital por la colectora de la
Panamericana.
En el camino de vuelta mi necesidad impostergable
de una parada técnica, nos permitió descubrir el ingreso al camino que
lleva al camping “El Barba” el cual seguramente visitaremos en una
próxima travesia. Ya en la cima de la barranca, tomamos a la izquierda
en dirección a Maschwit y de allí a la colectora. Solo faltaban unos 45
km de asfalto para llegar a casa. La noche nos econtró pedalenado y como
no habia llevado luces porque la idea era volver temprano, recurrí a
unas cintas reflectantes que tenia en la mochila para ser visto por los
automovilistas.
Pasando la General Paz y tras algo más de 130 km
pedaleando juntos, el grupo se dividió y a partir de Congreso y
Triunvirato seguí solo rumbo a Corrientes. -Voy a aprovechar y pasar a
ver la estatua del Flaco Spinetta que está cerca de la estación del
tren, pensé, pero tal era el cansancio que cinco cuadras después no me
acordé del tema y pasé por ahi a toda velocidad -que a esa altura no
superaba los 20 km/hora- como si estuviese transitando esas “rutas
argentinas hasta el fin”.
Mientras escribía esto, no pude dejar
de sentir un poco de envidia del cuarteto que el 2 de Enero encaró el
camino Royero por Ribera-Marcos Paz, propuesto por Waly hace unos días.
Me fue imposible acompañarlos, porque se me complicaba dejar sola a la
perra. Pero sobre todo “Devido” a la falta de energía eléctrica y en
cosecuencia de agua en mi departamento que ya es un clásico de todos los
veranos. El lado bueno es que no tendrán que aguantar, al menos de mi
parte, el relato de ese circuito.
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